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ZACUALPAN: RESISTENCIA QUE NO TERMINA / 336

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

Comala, Colima

La comunidad nahua de Zacualpan cumple 13 años de resistir al proyecto minero y a la represión y el miedo que trajeron los empresarios a este rincón localizado entre cerros del municipio de Comala, a la orilla de la barranca del río Armería y labrado por los depósitos de roca lanzados por el Volcán de Fuego. El oro, plata y cobre de sus cerros son la ambición de empresarios coludidos con gobiernos locales y, aunque se declararon territorio libre de minería, la amenaza es permanente.

Con la empresa Gabfer, de Rigoberto Verduzco Rodríguez, llegaron las penurias, la división y, por supuesto, la lucha que hasta hoy no ha permitido que se imponga el proyecto minero. Pero nada ha sido fácil. Actualmente, aunque rodeada de manantiales, la comunidad sólo tiene agua tres horas al día, pues se llevan el cauce para la capital y Villa de Álvarez.

Las mujeres nahuas de Zacualpan han hecho historia, pues en distintos momentos de la resistencia han estado en la primera fila en la defensa de tierras y aguas en uno de los estados más pequeños de México, pero que proporcionalmente tiene más concesiones mineras sobre su territorio.

 

LAS MUJERES DE ZACUALPAN

La noche primaveral de este marzo, la comunera Francisca Guzmán Corona recuerda el proceso de lucha. El coraje permanece pues, aunque ganaron, el pueblo padece sed. “Las mujeres andábamos en la lucha, todas cuidando el territorio porque querían meterse con la mina y nos dio coraje que lo hicieran. ¿De dónde íbamos a tener agua? Se iba a secar ahí mismo si los dejábamos. Ya habían empezado, ya estaban trabajando, y nos dio coraje”.

La comunidad sigue amenazada, no duda Francisca. “Unos días estamos bien y otros días seguimos en lo mismo. Los ‘otros’ siguen queriendo apoderarse de la mesa directiva para vender el territorio y el agua. Ya la vendieron, ya se la llevan y aquí casi no tenemos, nos llega muy poco a pesar de que tenemos el manantial. Ahora tenemos que usar bombas, y nos dan sólo tres horas de agua al día. Todo se va para Colima”. Un pueblo rodeado de agua que no tiene agua, “es muy injusto, y al rato ni tres horas vamos a tener porque dicen que ya se quieren llevar más. Pero ahí andamos y vamos a evitar que se la lleven”.

Su lucha durante estos años ha tenido sus altibajos. Hoy no participan todos, pero cuando se trata del agua se movilizan. “Si no nos llega agua les apagamos los motores para que no se la lleven, porque estamos sufriendo. En Colima dicen que el agua es de todos, pero la deberían de medir bien medidita entre ellos y nosotros. Si el manantial está en nuestro pueblo, entonces el agua es de Zacualpan”.

Francisca, madre de cuatro mujeres y tres hombres, dice que el tiempo que le queda de vida seguirá organizada. Es viuda, pero recuerda a su marido en las marchas contra la empresa minera: “Esa experiencia es la que nos sigue quedando para la defensa de ahora, porque los más jóvenes ya no creen y no sé si van a seguir cuidando el agua y el bosque”. Ahora, cuenta, muchos se van a trabajar a otros lados, “a donde sea que lo encuentren”. Hay quienes se dedican al comercio pero van dejando la tierra. Cuando tenía mayor movilidad, ella vendía parotas en Colima, hojas de maíz para los tamales y otras cosas.

Zacualpan se localiza al suroeste de Colima, frente a las barrancas que labran el río Armería o el río Ayuquila. Desde aquí se vislumbran los barrancos y cañones y, de frente, se alzan los esplendorosos volcanes del estado. El pueblo está al pie del Cerro Grande, que forma parte de la reserva de la biósfera.

José Martín Peña Guzmán es originario de la comunidad, al igual que sus padres y abuelos, que son fundadores del pueblo. Es estudiante de agroecología en una Universidad Intercultural que acaba de abrir sus puertas en Colima. También participó en un programa interinstitucional en soberanías alimentarias. De padre y madre campesinos, el amor por la tierra, dice, le viene de ellos.

José ha participado en todo el proceso de lucha de Zacualpan. Fue, recuerda, la defensa de los bosques por lo que inició el conflicto minero: “La comunidad está rodeada de cerros que aparentemente no nos benefician mucho en lo productivo, pero sí en lo alimenticio. Nos alimentamos de muchas cosas que crecen en los cerros, como bonete, camotes, guajes, parotas, ciruelos y otras cosas del campo, según la época del año. Aquí se sigue el sistema de milpa: maíz, frijol y calabaza. La mayor parte de los comuneros son campesinos o comerciantes, y quienes se dedican a cultivar la tierra también se dedican a cuidar el maíz que tenemos en Zacualpan. Tenemos el tampiqueño, el maíz perla, el negro, el pozolero y el tuxpeño”.

Hace diez años, la entonces Sagarpa repartió paquetes tecnológicos a los campesinos con la promesa de que tendrían una mejor producción y mejor rendimiento del suelo. “Pero la dependencia ignoró que aquí en la comunidad la mayoría de los campesinos dependen del sistema de temporal. A pesar de que tenemos un manantial que abastece a más de 300 mil personas en la zona metropolitana de Colima y a pesar de que tenemos en el norte el río Ayuquila, nuestro cultivo depende completamente del temporal, pues no hay sistemas de riego ni disponibilidad o acceso al agua para campos agrícolas”, explica Peña Guzmán.

Debido a la vegetación y biodiversidad, Zacualpan es parte de la zona de amortiguamiento de la reserva de la biósfera, y en los cerros se encuentra una gran diversidad de minerales. “Es por eso que llegó Rigoberto Verdusco, un prestanombres que estaba haciendo el acercamiento con los comuneros para convencerlos de que aceptaran el proyecto minero, que tenía dos concesiones, Heliotropo y Tigrillo, de 100 hectáreas cada una”. El oro, cobre, plata y manganeso estaban en la mira.

Nadie les consultó. Nadie les pidió permiso. Nadie los respaldó entonces. Después de la sorpresa inicial empezaron a organizarse y el 18 de noviembre de 2013 nació el Consejo Indígena por la Defensa del Territorio de Zacualpan (CIDTZ) para no permitir la instalación de la mina. En menos de un mes lograron que la Cámara de Diputados acordara exhortar a las autoridades a cancelar las dos concesiones.

Explica José Martín: “En el 2013 me tocó participar directamente en la lucha contra la mina, tenía como 22 años. Al principio teníamos la duda de si era real, porque nunca antes habíamos tenido un conflicto de esa magnitud. La comunidad siempre había tenido una visión entreguista de los recursos, eso pasó con el manantial, cuando se lo llevaron no hubo oposición, o fue mínima, y así un proyecto impulsado por Conagua se llevó a cabo por una expropiación por utilidad pública para abastecer de agua potable a Colima y Villa de Álvarez. Ese proyecto inicialmente era de Conagua pero después se conformó la Comisión Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado de Colima y Villa de Álvarez (Ciapacov), que es la que actualmente administra el recurso”.

Después vino el decreto del Área Natural Protegida (ANP). La comunidad tiene 200 hectáreas de su territorio dentro de la Reserva de la Biósfera Sierra del Manantlán. Y tampoco hubo oposición “ni quién intermediara en eso que finalmente es despojo, porque no puedes hacer ninguna actividad. Si quieres meter ganadería o agricultura debe estar regulado y si te pasas te multan o te meten a la cárcel, como ya ha pasado con algunos comuneros. Ese despojo fue de Semarnat. Al campesino o comunero que está dentro de su propiedad lo encierran, pero a una empresa o a una corporación grande que esté haciendo explotación minera dentro de la ANP se le protege y se le salvaguardan sus derechos de forma corrupta. Es absurdo”, lamenta el joven comunero.

La experiencia de la vecina Peña Colorada es apabullante. Se trata de un desarrollo minero localizado a sólo 40 minutos de Zacualpan, en el municipio de Minatitlán, que abarca también territorio de Ayotitlán, en Jalisco. Es uno de los proyectos mineros más grandes a nivel mundial en explotación de acero, de las empresas ArcelorMittal y Ternium. “Este es un ejemplo muy claro, donde al campesino lo encarcelan si excede los límites, pero a esa mina que está también en zona de amortiguamiento y está destrozando el cerro nunca se les ha suspendido”.

Toda esta zona nahua se conocía como República de los Indios, y comprendía desde Zapotitlán de Vadillo en Jalisco, al pie de volcán, bajando por Cofradía de Suchitlán, Suchitlán, Comala y hasta Santa María Ostula, en Michoacán. Lo que es actualmente todo el circuito minero.

 

EL ESPEJO 14

Durante año y medio la empresa minera estuvo haciendo trabajos de exploración en la zona, “pero llegó un momento en el que los propios comuneros se dieron cuenta de que sacaban cada vez más material. Si al principio sacaban dos camiones, de pronto eran diez por día, de pronto veinte, e iban aumentando. Se le habló a esta persona y se le dijo que eso ya no era exploración, que era más material de lo normal. Los comuneros empezaron un proceso de organización y cuando fueron a la parte donde se hizo la exploración se dieron cuenta de que había montones de material concentrado para transportarlos a la ciudad. De esa forma la gente supo que estaban robando el cerro”.

En las asambleas comunales los nahuas acordaron que no permitirían desarrollar ese proyecto. La empresa ofrecía 15 mil pesos a cada uno como pago compensatorio, pero los comuneros no dieron su autorización. Se acercaron a la organización Bios Iguana y con ella empezaron las charlas informativas de las implicaciones de la minería.

Los 310 comuneros resistían a las embestidas del empresario que intentaba a toda costa ganar adeptos, pero en agosto de 2013 un grupo de Zacualpan viajó a la comunidad de La Realidad, en Chiapas, y se encuentraron con los zapatistas. Su lucha ya estaba contemplada en las resistencias llamadas “Espejos”. Eran la resistencia número 14 y José Martín representó a su comunidad. “Cuando regresé empecé a contarles a los compañeros lo que vi en el territorio zapatista y las otras experiencias del Congreso Nacional Indígena, y así empezamos un proceso más duro, porque era romper todo ese muro, como dicen los zapatistas. Inició la defensa y dijimos que íbamos a combatir para que no lograran entrar. A raíz del Espejo 14 decidimos que la manera de acabar con esto era declarar el territorio libre de minería y destituir al comisariado, porque nos dimos cuenta de que estaba coludido con los empresarios”.

En 2017 interpusieron un amparo en contra de las dos concesiones, de la Secretaría de Economía y de todas las dependencias involucradas. Los abogados Claudia Gómez Godoy y Guadalupe Espinoza Sauceda los respaldaron. Y cuatro años después obtuvieron el fallo a favor de la comunidad, reconociendo que hubo omisión al momento de otorgarse las concesiones porque no hubo consulta previa, libre e informada.

“Ganamos, pero pensamos que habrá más intentos aquí, no sólo por el recurso mineral, sino también por el agua y el bosque”, dice Martín, y explica que recientemente el gobierno anunció una nueva obra: el acueducto Zacualpan II, como parte del plan nacional hídrico de Claudia Sheinbaum. “Vinieron aquí hace dos meses y dijimos que no íbamos a permitir que se llevaran más agua de la que ya se están llevando, que son mil 200 litros por segundo para Colima y Villa de Álvarez. Ellos querían ampliar la obra y llevarse más, pero la comunidad se opuso y dijo que no lo iba a permitir. Entonces se fueron al manantial de Agua Fría”.

La amenaza actual más grande, señala el comunero, es la organizativa, pues “mientras se sigan inmiscuyendo los partidos políticos y el gobierno existirá división, y eso amenaza todos los recursos y a la propia organización. Es cansado estar peleando con el propio vecino y se te baja la moral, entonces cedes y ellos ganan terreno y continúan levantando falsos. Eso es lo que ha pasado en los últimos años, que han desprestigiado a los que estuvimos en la lucha diciendo que nos beneficiamos, cuando es todo lo contrario. Al final eso te mantiene alerta y con la urgencia de seguir organizándote y resistiendo con tu círculo afectivo, con quienes te respaldan y te creen a pesar de la desconfianza. Es toda una maquinaria”, lamenta, y pronostica que si los comuneros se debilitan, en una o dos décadas van a regresar las mineras, “cuando ya no exista resistencia y organización de los pueblos”. Por eso, finaliza, es importante seguir cuidando el territorio. “Vale la pena”.

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