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ZAPATA Y LA LUCHA QUE CONTINÚA EN LA MONTAÑA

JAIME GARCÍA LEYVA

Entre 1910 y 1918 La Montaña fue escenario de la lucha revolucionaria maderista y zapatista. Los pueblos originarios y la población mestiza se levantó en armas por los abusos y explotación de los prefectos políticos, los españoles, terratenientes, hacendados y la clase privilegiada; además de la falta de democracia, la explotación económica, el poder centralizado en Porfirio Díaz y la desigualdad social. En La Montaña se desarrollaron batallas, tomas de plazas y ciudades, enfrentamientos entre maderistas, zapatistas y el gobierno federal. Muchos indígenas se unieron a la lucha cansados de la explotación y abusos de los prefectos políticos, los altos impuestos y el arrebato de sus tierras.

Los españoles y los mestizos que habitaban en las cabeceras municipales de Olinalá, Huamuxtitlán, Xochihuehuetlán y Tlapa dominaban la región, mandaban, ejercían el poder y explotaban a los indígenas. Al iniciarse la Revolución las tropas zapatistas e indígenas realizaron actos de ajusticiamiento, fusilamientos a quienes detentaban el poder. La ciudad de Tlapa fue tomada en varias ocasiones, entre 1912 y 1915, por las tropas zapatistas que incendiaron el archivo municipal porque ahí se encontraban los documentos que daban cuenta de los despojos de tierras, demandas, oficios de altos impuestos y tantos agravios en contra de la población. Fue una lucha campesina indígena que protagonizaron los pueblos de La Montaña. Hombres y mujeres que se lanzaron a una lucha por modificar sus condiciones de vida. Éstos iban armados de rifles, piedras, hondas, coraje y dignidad. Se levantaron para defender su tierra, exigir justicia, libertad, democracia y mejoras sociales. Primero fueron bajo las banderas del maderismo, después bajo las banderas del zapatismo y se mantuvieron rebeldes durante muchos años. La existencia de ejidos y bienes comunales en la región obedece a esta larga historia de lucha.

En Tlapa, actual centro político regional, algunas calles tienen nombres y apellidos como Añorve, Gálvez, Elpidio Cortés Piza, entre otros personajes que corresponden a generales y soldados que defendieron la ciudad de los ataques rebeldes. Tlapa siempre fue un bastión de las autoridades gubernamentales y mantenía una posición económica estratégica. En Tlapa se le rinde honor a la parte oficial. Y no hay calles que rindan homenaje a héroes como Emiliano Zapata, Cruz Dircio, Crispín Galeana u otros hombres de la región que lucharon por el pueblo. El reconocimiento viene de comunidades, pueblos indígenas, organizaciones sociales o activistas. Los ejidatarios de Tlapa hace algunos años instalaron una estatua en la ciudad más como acto político. Al igual en Malinaltepec se erigió una estatua del coronel zapatista Crispín Galeana. Después de varios años de lucha quienes lograron mantenerse en el poder fueron los mismos, los caciques, los terratenientes, que aprovecharon las circunstancias para volver y seguir en el poder. En cambio, los pueblos indígenas, pese a que aportaron su cuota de sangre y sacrificio, después de la Revolución continúan en el sótano de la desigualdad social.

 

ZAPATA, EL SÍMBOLO QUE RENACE

El icono de Emiliano Zapata ha acompañado las luchas regionales en diversos momentos. En 1971 se creó el Frente Zapatista de Huamuxtitlán. Una organización con demandas políticas, económicas que se opuso a un cacique español en la zona de La Cañada. La coalición ciudadana recuperó la imagen de Emiliano Zapata en sus luchas. En una región donde los mestizos eran dueños del poder económico y político este hecho resulta ser inédito y extraordinario. La lucha del Frente Zapatista se diluyó en demandas políticas y la disputa electoral local, así como la cooptación de algunos de sus dirigentes por el partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional. El Frente fue una de las primeras expresiones políticas organizadas de la oposición regional.

Como dato, anteriormente, en 1964 los Promotores Culturales Bilingües del Centro Coordinador Indigenista Mixteco Nahua Tlapaneco, establecido en Tlapa, durante su movimiento por demandas laborales y pago de salarios, utilizaban en sus volantes, oficios y documentos internos la figura de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica. El icono los acompañó en su documentación y exigencias que les permitió establecer un diálogo con las autoridades del INI y lograr sus demandas. Esta lucha fue uno de los primeros movimientos colectivos regionales y fue antecedente de la disidencia magisterial en la región. Desde entonces se integraron núcleos que en la década de 1970 y 1980 convergieron con movimientos más amplios en la entidad y el país. Los maestros se convirtieron en bases de apoyo del Consejo Central de Lucha (CCL), la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG).

A principios de 1980 arribaron a la región miembros de la izquierda independiente, estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero y de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que integraban brigadas de apoyo jurídico y educativo en las comunidades. Éstos se articularon en el grupo activista Ho Chi Min e impulsaron la organización de ciudadanos sin vivienda. Tomaron las tierras de un terrateniente local y fundaron la Colonia Popular Emiliano Zapata. Las calles fueron denominadas con nombres de héroes populares y reivindicaron el nombre de Zapata en su lucha. Desde ahí empezaron a desarrollar formas de organización y movilización política como las asambleas, las acciones directas, la toma de calles, la autogestión organizada para introducir los servicios públicos y una lucha abierta contra el caciquismo, las autoridades priístas y el oportunismo de líderes políticos. Un rasgo peculiar era la utilización de la lengua materna en sus movilizaciones y como vehículo para transmitir sus mensajes. Un amplio contingente de los fundadores eran indígenas. Desde la colonia Zapata se articularon otras organizaciones regionales como la Organización Democrática de La Montaña (ODM), la Organización Democrática Campesina Indígena (ODOCI), así como núcleos estudiantiles y gremiales. Estas organizaciones se asumían independientes, reivindicaban la tierra y pugnaban por mayor participación política en los procesos regionales.

 

POR LA UNIÓN Y LUCHA DEL PUEBLO

En agosto de 1991 maestros bilingües, colonos, campesinos, hombres y mujeres indígenas organizaron el Primer Encuentro Campesino Popular en Tlapa. Estos provenían de experiencias políticas en el sindicalismo magisterial, en la toma de tierras, en la disidencia electoral de 1988 y la organización comunitaria. La Unión de Obreros y Campesinos Emiliano Zapata se creó el 18 y 19 de agosto en las instalaciones del Centro Coordinador Indigenista. Al evento asistieron 300 delegados, líderes comunitarios, comisarios municipales e indígenas nahuas, ná savi y me´phaa. Durante dos días se establecieron mesas de trabajo y se discutió la realidad social y económica regional, así como las alternativas para solucionar sus problemas. La organización se definió “independiente, autónoma y democrática”; encabezó movilizaciones durante más de un lustro y promovió la organización indígena y campesina bajo la bandera de Zapata.

La organización surge en un contexto de movilizaciones magisteriales y luchas regionales. En 1989 se fundó la CETEG; se da la represión a los indígenas de Zitlaltepec, del municipio de Metlatónoc por empresarios madereros. También se impulsaba la lucha electoral del recién fundado Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la región y la represión a sus bases sociales. La UOCEZ surgió en un momento en que el indigenismo con un carácter paternal era sujeto de críticas y en la entidad se articulaban frentes indígenas que impulsaban la lucha por los derechos humanos. A nivel nacional el movimiento campesino se movilizaba en contra de las reformas al artículo 27 constitucional. En la región el PRI mantenía una férrea presencia en los gobiernos municipales.

La Unión reivindicó la imagen y los ideales de Emiliano Zapata e introdujo en la escena de la disidencia social a un personaje que en la región las autoridades sólo lo mencionaban en los discursos, en los desfiles y como fotografía que adornaba eventos oficiales. Se resignificó a Zapata como símbolo de su lucha. La imagen y el nombre, en adelante, aparecerá en las pintas, en las mantas, en documentos internos, en sendos comunicados, en las hojas y volantes mimeografiados, en los carteles, en pliegos petitorios y otros medios de difusión de sus actividades. Recuperaron a un héroe nacional “identificado con el sector rural y la lucha agraria” y porque la Unión aglutinaba a campesinos e indígenas con conflictos de linderos y límites territoriales. Agregaron a su iconografía reivindicativa la estrella roja, símbolo de las luchas obreras internacionales. El sello utilizado era la imagen de Emiliano Zapata empuñando un fusil en el centro de una estrella de cinco picos y con el lema “por la unión y lucha del pueblo”. Su orientación ideológica estaba vinculada a las posturas políticas afines a las organizaciones campesinas de corte marxista. Un par de años después, a partir de reflexiones internas de su núcleo dirigente y la lucha nacional, incorporaron demandas con carácter étnico. Su estructura social le permitió organizar grupos de campesinos, mujeres, estudiantes y frentes ciudadanos que actuaban en las comunidades. La autoridad máxima era la asamblea colectiva que determinaba las acciones a seguir. Sus representantes asumían mandatos colectivos y eran nombrados en sus congresos anuales.

 

LOS ECOS DEL YA BASTA DE 1994

A varias organizaciones sociales de La Montaña le corresponde realizar sus acciones reivindicativas durante el periodo del gobernador Rubén Figueroa Alcocer (1993-1996). En 1993, en las vísperas de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá promovido por el presidente Carlos Salinas de Gortari, la UOCEZ se movilizó manifestando su inconformidad contra el convenio trilateral debido a las serias consecuencias que auguraba para el sector campesino, como la mayor apertura del campo al capital extranjero y la privatización de la tierra.

El movimiento indígena de Chiapas en 1994 tuvo ecos en La Montaña. A unos días de la insurrección, líderes, organizaciones sociales, pueblos y comunidades sostuvieron reuniones colectivas y reflexiones profundas para dar apoyo y solidaridad a los indígenas zapatistas. Realizaron foros comunitarios para discutir la situación regional. En las organizaciones el discurso de los militantes da un viraje y exigen una nueva relación entre los indígenas y el Estado nacional. Un aspecto clave fue la incorporación de demandas como la autonomía, la libre autodeterminación, el respeto a los derechos indígenas, la lengua y la cultura, reconocimiento a la medicina tradicional, la restitución de tierras, la elección de autoridades de acuerdo con los usos y costumbres, que en los puestos de representación fueran priorizados los perfiles indígenas.

Con el levantamiento zapatista varias organizaciones, comunidades y pueblos hicieron las demandas zapatistas y enviaron delegados a la Convención Nacional Democrática (CND) convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en agosto de 1994. Y junto con 15 organizaciones de la región indican mediante un comunicado:

Se puede estar a favor o en contra de su decisión; pero nadie podrá estar a efectos de las causas; por ello desde estas montañas del Estado de Guerrero, les decimos a nuestros hermanos chiapanecos: ¡adelante! Cuenten con el apoyo y solidaridad de sus hermanos mixtecos, nahuas, tlapanecos y de quienes no tuvimos la oportunidad de hablar alguna de nuestras lenguas, pero que por nuestro cuerpo corre sangre indígena y vivimos en la región: enviamos un saludo al EZLN; que sepan que no se encuentran solos y que desde nuestras trincheras guerrerenses hemos de contribuir a que la vida de nuestro pueblo deje de ser abnegada de miseria y pobreza.1

La aparición del EZLN tornó difícil la situación para las organizaciones en Guerrero. Las autoridades cerraron las puertas al diálogo y se dieron casos de represión como la sucedida al Consejo Guerrerense 500 Años, hasta las muertes por violencia política, encarcelamientos y hostigamiento a comunidades indígenas.

Los procesos políticos y económicos del país (la crisis económica de 1994, la militarización, el aumento de la pobreza y otros fenómenos sociales) influyeron de manera considerable en el apartado rincón de La Montaña. La intolerancia oficial, el abuso de poder e intimidación se muestra con mayor agresividad contra las organizaciones de La Montaña que sufren el embate represivo gubernamental, debido a que, desde la lógica de las autoridades, la región es considerada como un sitio vulnerable a movimientos subversivos, dado los altos índices de marginación social, pobreza y manipulación política de parte del partido oficial. Los movimientos de corte armado como el EZLN y el EPR les sirven como excusa a líderes sindicales “charros”, supervisores, caciques y alcaldes para declarar, enviar cartas a los medios y autoridades, vinculando a los sectores disidentes de la política oficial con movimientos radicales.

Los calificativos de radicales, revoltosos, desestabilizadores y otros adjetivos sirven para excluir a las organizaciones. Se les sataniza desde el poder oficial y se les condena a la cerrazón para el diálogo, dando margen para que las fuerzas del Estado se ensañen con los sectores no acordes con el autoritarismo y las políticas priístas. La espiral cotidiana de violencia política acarreó consecuencias graves a quienes promovían la lucha en los marcos legales. Las agresiones eran constantes. La represión obliga a muchos a replegarse, a establecer alianzas y vincular su lucha con organizaciones productivas o electoral.

 

LA LUCHA SIGUE…

La lucha social contemporánea se inscribe en las formas de respuesta organizada que los indígenas de la región de La Montaña han impulsado para modificar las condiciones de vida y en oposición a los caciques políticos y las formas antidemocráticas de ejercicio de la administración municipal de los ediles y los grupos en el poder local y regional. Los alcances de su lucha tienen una incidencia en los niveles comunitarios de plantear la toma de decisiones de manera horizontal, basados en la asamblea y la participación colectiva.

La intromisión de mineras y consorcios internacionales, la embestida neoliberal a través de programas que buscan privatizar la tierra y los territorios indígenas, desde hace más de varias décadas llevó a la población a establecer asambleas, reuniones y coordinadoras para revisar los esquemas de funcionamiento de los organismos internacionales y de las instituciones para que no se privatice el territorio. En los núcleos agrarios más importantes donde se encuentran los bancos de minerales, bosques, agua y recursos naturales de los pueblos siguen siendo defendidos y la tierra no se vende. Esfuerzo donde convergen autoridades comunitarias, ejidos, pueblos, comunidades, organizaciones sociales, organismos no gubernamentales y sobre todo mujeres y hombres que tienen un apego histórico y cultural por la tierra.

La lucha por la tierra, la democracia y la justicia social en La Montaña ha sido de sacrificios, de injusticias, de sufrimientos y también de esperanzas por modificar las condiciones de vida de la gente. A pesar de una larga historia de resistencias y rebeldías los rezagos sociales siguen siendo abismales. Los retos y desafíos implican responsabilidad, compromiso social, sensibilidad, capacidad de respuesta, construcción colectiva, consulta a los pueblos y comunidades. 115 años después de la revolución los abismos sociales y el rezago siguen vigentes. La lucha sigue….

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Referencias Jaime García Leyva, Indigenas, Disidencia y Lucha Social en La Montana de Guerrero, Mexico: 1950-2000. Tesis Doctoral, Departamento de Antropología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelona, España, 2010.

La Lucha social en La Montana de Guerrero. La Union de Obreros y Campesinos Emiliano Zapata (1991-1998), Tesis de Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Guerrero, México, 1999.

Nota:

1. Volante informativo, 21 de febrero de 1994. Firmaban el documento la UOCEZ, Tlachinollan A.C., CETEG, CIOAC, la Sociedad de Solidaridad Social “Mantis Religiosa”, líderes del PRD y varios ciudadanos sin partido.

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