DEL COMÚN, EL DÍA DESPUÉS Y LO QUE LE SIGUE / 337
En sus despertares de identidad, lenguas y territorio, tanto como en su paradójica dispersión migratoria, los pueblos originarios y afromexicanos, desde todas las desventajas materiales que les deparan el colonialismo de siglos y el capitalismo rampante, apuntan a otros futuros, y lo hacen mejor que otros. Aunque la realidad internacional, en su brutalidad, lo niegue con todo el poder del poder, muchas comunidades aún sueñan un mundo donde quepan muchos mundos. Los pueblos originarios comparten ruta y amor por la vida y la naturaleza con diversos movimientos ciudadanos, grupos de pensamiento alternativo independientes de las universidades serviles y las mafias culturales, organizaciones de resistencia contra la deforestación, la minería, los megaproyectos, el robo legal del agua, el cambio climático, las desapariciones forzadas, la defensa extrema del territorio ancestral, comunal, ejidal o recuperado.
Donde pueden, resisten a la militarización y el crimen organizado, en ocasiones a un alto costo, como en el Michoacán purépecha y nahua, las montañas de Chiapas, las sierras Tarahumara y Huichola, la Montaña nahua, ñuu savi y mè’phàà de Guerrero. La defensa del Istmo de Tehuantepec y la selva de Chimalapas ha sido dura para los ikoot, binizáa y zoques de Oaxaca. Si se oponen al progreso extractivista, gentrificador, turístico, son “minoritarios”, victimizables y/o criminalizables, pre modernos, o simplemente “pobres”. También resisten a la reducción partidaria de la participación política, sin “dar el tipo” para el neo folclorismo propagandístico y el neo indigenismo gubernamental. No saldrán en la foto del recuerdo y la gratitud comprada. Es más, viven en peligro. Pero han vencido el miedo.
En este sentido, no dejan de ser ejemplares las iniciativas civiles del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La más reciente (13 a 19 de abril), el Encuentro Rebel y Revel Arte, dentro de su aparente modestia artesanal volvió a ser sorprendente y alentador. Hizo explícita la certidumbre de que el capitalismo nos ha llevado a un límite de destrucción que sólo puede ser resistido desde el Común, las redes de solidaridad activa, la recuperación de conocimientos y conexiones descartadas por las oleadas coloniales internas y externas. Y lo hacen con las armas del arte. Al conjuntar rebelión y revelación, los zapatistas convocan a la libre apertura de puertas y ventanas para la acción creativa en la parte sensible del mundo.
La cultura y la imaginación reveladora son indispensables para la resistencia y sobrevivencia del “día después”. En un muy reciente comunicado, el subcomandante Moisés reiteró la convicción zapatista de que el sistemamundo actual no tiene remedio: “El sistema capitalista nació mal, producto de injusticias, sangre y robo. Así sigue hasta ahora, sin importar las banderas bajo las que se esconda. Su signo es la muerte y así lo llevará hasta el fin de sus días”.
No deja de señalar: “En toda la geografía llamada ‘México’, las comunidades originarias, los defensores de la madre tierra, los defensores de los derechos humanos, los movimientos y organizaciones sociales, los migrantes y hasta las personas sencillas, que trabajan día a día para ganarse honestamente el sustento diario, son extorsionadas, agredidas, secuestradas, desaparecidas, encarceladas y asesinadas”.
Los que acuñaron el “mandar obedeciendo” han evolucionado hacia la definición de “el Común” en una búsqueda de claridad y rumbo que también sostienen otros pueblos en la llamada Abya Yala en su más amplio sentido geográfico: “Como pueblos zapatistas hemos pensado en una forma de combatir al imperio de la muerte. Nosotros llamamos a ese camino ‘El Común’… que camina por la verdad y la justicia”.
Entre las numerosas y sorprendentes expresiones de los propios pueblo rebeldes, los zapatistas documentaron videográficamente, a manera de muestra, cómo “jóvenes y jóvenas” cumplen la práctica conciente y cargada de futuro de conocimientos “que han heredado de sus padres, abuelos, bisabuelos y así por generaciones. En su propia lengua materna, de raíz maya, explican cómo se fabrican canastos con materiales de la madre tierra; pinturas con tintas confeccionadas con tierras y distintos tipos de plantas para obtener los colores, sus dibujos representan su pasado, su presente y el futuro que se vislumbra y por el que luchamos; tabiques fabricados también con plantas y tierra; ollas, platos, platones; fabricación de calhidra; instrumentos musicales como tambor y flauta que usan para música en las fiestas de sus comunidades; fabricación de cuerdas y, con ellas, tejer redes para cargar el maíz, morraletas y bolsas; haciendo el fuego; y pinturas sobre piel con tintas naturales. Hablan en sus lenguas tzeltal, tzotzil, tojolabal y cho´ol. El hilo conductor es el repudio al capitalismo, prepararse para sobrevivir a la tormenta y, el día después, intentar construir un mundo nuevo. Todas y todos son menores de 20 años. La escuela donde aprendieron estos conocimientos está en el corazón de sus padres, madres y anteriores” (La herencia de la lucha por la vida: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2025/04/14/la-herencia-de-lalucha-por-la-vida/).
Como de costumbre, los zapatistas están hablando en serio y así se lo toman, aunque las instituciones miren hacia otra parte y el gobierno esté presto a la opción represiva, como mostró la absurda detención de dos campesinos tsotsiles, bases de apoyo zapatistas en el municipio de Aldama el 26 de abril, una semana después del Encuentro al que acudieron cientos de participantes del país y el extranjero pero que fue sobre todo una demostración de la escuela zapatista de la vida. No sólo resultó infundada y desproporcionada esa acción policial, sino que se acompañó de saqueos, robo de pertenencias y abusos contra la comunidad en ausencia de elementos legales para hacerlo, y todo para que resultara una fabricación mal intencionada de las autoridades, como demostró con rapidez la investigación del sistema de justicia zapatista.
Lo simbólico no quita lo real de las acciones y propuestas del zapatismo en un mapa desgarrado, fragmentado, adormecido en la militancia partidaria que no privilegia a la comunidad propia sino al Estado, bajo la reiterada colonización interna y las amenazas inusitadas del desquiciado gobierno de Washington. Ello, sin olvidar “a los pueblos originarios, a los desaparecidos y a quienes les buscan, a los defensores de la madre tierra, a las personas que sólo son un número en las estadísticas del crimen, y al pueblo palestino”.
A fin de cuentas, podemos concluir, el destino de Palestina es la prueba más irrefutable contra el sangriento sistema capitalista occidental, donde gobiernos como el de Israel no son parias sino clientes protegidos del capital cómplice. A Palestina ya la alcanzó el “día después”.