LOS SUEÑOS QUE COMPARTIMOS. UN DOCUMENTAL SOBRE LA ESPERANZA DE LA CINEASTA VALENTINA LEDUC
No hay esperanza sin organización colectiva, ni manera de resistir al capitalismo sin el hermanamiento de quienes lo enfrentan con prácticas concretas en las que, literalmente, ponen el cuerpo y el alma no sólo para sobrevivir, sino para compartir una vida digna. Plasmar esto en tiempos de caos no es fácil, pero el documental Los sueños que compartimos, opera prima de la cineasta Valentina Leduc Navarro, logra que el espectador se introduzca a un mundo que, más que una utopía, es un aquí y ahora, con todo en contra.
Durante 1 hora y 40 minutos el documental viaja por tres resistencias que se oponen a la depredación capitalista en igual número de geografías, teniendo como columna vertebral la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en las comunidades mayas de Chiapas. La filmación arranca en 2021, cuando, en plena pandemia, mientras las vacunas se esparcían por el mundo, los zapatistas anuncian que cruzarán el Océano Atlántico en una embarcación llamada La Montaña, a la que Leduc no se sube, pero recoge luciérnagas de resistencia de éste y del otro lado del océano mientras la nave alemana hace lo suyo con el Escuadrón 421 a bordo.
“Tuvimos un sueño de cambiar el mundo y transformarlo en algo totalmente distinto”, dice una voz premonitoria que se sitúa en el año 2050. Y viene el relato de un pueblo situado en Galicia que lucha activamente contra las plantaciones industriales de eucaliptos que degradan el territorio; mientras en en Lützerath, Alemania, deciden enfrentar una mina de carbón a cielo abierto; y, de este lado, en la región cholulteca de Puebla, más de 20 comunidades se organizan para recuperar sus manantiales, cuya agua ha sido arrebatada por la empresa francesa Bonafont.
La vida que se defiende, la salvaguarda de los recursos naturales, la colectividad y el encuentro entre mundos aparentemente distintos y distantes, se entrelazan en un relato que a Valentina Leduc, directora, guionista y editora de este film de no ficción, le llevó tres años consecutivos de trabajo de campo, más uno de post producción. Su pasión y su propia esperanza no se esconden en el producto final fotografiado por Juan Carlos Rulfo y producido por Bertha Navarro, Carolina Coppel y Alejandro Springall del Villar.
EL PUENTE ZAPATISTA
La madrugada del primero de enero de 2024, el EZLN se plantó ante el mundo en un evento conmemorativo de sus primeras tres décadas de lucha pública (más los primeros años de clandestinidad), mostrando una sólida musculatura de sus bases de apoyo juveniles. Fueron zapatistas de entre 15 y 25 años de edad los que encabezaron obras de teatro, poesías y danzas en las que expusieron su historia. Ninguno de ellos y ellas había nacido aquel 1994 que conmovió al mundo entero. Y menos el comando “Palomitas”, conformado por pirinolas de menos de 10 años, nietos y hasta bisnietos de quienes se levantaron en armas para defenderlo todo.
“Organicémonos”, dice el subcomandante Moisés, tseltal con mayor rango dentro de la actual estructura zapatista. Él, organizador de pueblos, guardián y estratega, hombre de ideas profundas y creatividad a prueba de balas, es el encargado de ofrecer al mundo, y a los propios zapatistas, el mensaje central: “Organicémonos, cada quien en su geografía y cada quien con su calendario”. Este llamado también cumple 30 años y es justo el que recoge Leduc Navarro para narrar las tres historias insurrectas.
Las historias tienen la particularidad que no son sólo de denuncia, al estilo de “nos están arrebatando la tierra”, “se llevan nuestra agua”, “se apoderan de nuestros bosques”. El hilo que las mueve es la construcción, la organización, como diría Moi, la acción contra la retórica. Nada fácil en tiempos en los que el pulpo capitalista mueve sus tentáculos represores al menor movimiento de quien se le opone.
Tampoco habían nacido hace 30 años, o eran niños, la mayoría de los guardianes de la vida que durante más de dos años vivieron en cabañas colgadas de los árboles que la multinacional energética RWE taló para ampliar una de las mayores minas a cielo abierto de Europa. Y lejos de ser concebidos estaban los niños que acompañan a sus padres y madres a tumbar los eucaliptos en Galicia; al igual que muchos de los jóvenes que participan en la defensa del agua de la región de Los Volcanes, en Puebla. Se trata de nuevas generaciones de luchadores, pues a ellos y ellas les está reventando en la cara el cambio climático. Pero no se trata de grupos ecologistas, sino de defensores del territorio y de seres que construyen vida donde el capitalismo siembra muerte.
En entrevista con Xun Sero, cineasta tsotsil, Valentina Leduc, quien hasta antes de este documental se había dedicado a la edición, con cuatro Arieles en su cuenta, afirma que en Los sueños que compartimos intentan “no sólo que se transmita el homenaje que de alguna manera le estamos haciendo a las personas que están dando su vida por defender sus territorios, por defender los ríos, por defender los bosques, sino ese corazón con que hicimos la película”. Es importante, dice la directora, “contribuir a las narrativas de esperanza para podernos transformar y convocar a la acción”.
El largometraje combate el cinismo. Va en sentido contrario a la idea de que el monstruo es tan grande que no se puede enfrentar y mucho menos ganarle, o abrirle grietas, las llamadas islas de resistencia de las que hablaron siempre los zapatistas. Son sueños, sí, pero cada historia está fincada en realidades que muestran que la estrategia del capital es idéntica y hacen lo mismo en todo el planeta. Pero, también en todo el planeta, hay quienes dicen “no”, o el “Ya Basta” a su manera.
“Lleven nuestra lucha y escuchen la palabra de los pueblos que ustedes visiten”, fue la encomienda que les hicieron los pueblos zapatistas a sus delegaciones marítima y aérea. Y eso hicieron en medio de una amenazadora y limitante postpandemia. Cuado nada decía que sí, con los vientos en contra, se atrevieron desde el sureste mexicano a (volver) a lanzar las semillas. “Lleven ánimo y alegría. Lleven la palabra de la vida de nuestros pueblos”. Y eso hicieron en la Tierra Insumisa, la tierra que no desmaya.
La cinta se estrenó en la gira de documentales Ambulante y, luego de la Ciudad de México y Chiapas, viajará por localidades de Baja California, Querétaro, Veracruz y Yucatán.