REGRESO A JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI. 95 AÑOS EN LA HISTORIA / 337
El 16 de abril de 1930, pasó a la inmortalidad José Carlos Mariátegui La Chira, el peruano más valioso del siglo XX y el primer marxista de nuestro continente. “La nueva luz de América”, “El prototipo del nuevo hombre americano”, lo definió Henri Barbusse en su momento, quien lo consideró una de las personalidades más descollantes de su tiempo.
Pensador, ideólogo, ensayista, político, periodista, combatiente social, fue un hombre universal. En todo caso, el más universal de los peruanos de nuestra época. Para decirlo en palabras de Waldo Frank, Mariátegui “es un hombre intacto”.
Por eso se ha escrito tanto acerca de él, se le ha estudiado y se le ha estimado. Y es que, como afirmara Pablo Neruda, “sobre Mariátegui, seguirá cantando el mar”. El recuerdo que se tiene de su imagen luce infinito.
Como es usual, al evocar la trayectoria vital del autor de los 7 Ensayos sobre la realidad peruana, puede aludirse a tres etapas muy definidas: su proceso de formación, desarrollado desde sus primeros escarceos literarios hasta 1919; su estancia en Europa entre 1919 y 1923, caracterizada por valiosas experiencias estudiadas y vividas, y sus “años cumbres” —como los denominara Jorge Del Prado— registrados desde 1923 hasta 1930, año de su partida. En ellos, José Carlos concretó el sentido de su vida y diseñó la sustancia de su mensaje, su aporte creador.
Algunos episodios deben anotarse en su primera etapa. Como se recuerda, en enero de 1918, “asqueado de la política criolla”, Mariátegui se enrumbó resueltamente al socialismo. Como telón de fondo de esa decisión cardinal, estuvo la Gran Revolución Rusa de Octubre de 1917 conducida por Lenin y liderada por los bolcheviques, y cuya bandera fue el ideal socialista.
Percibido por la rancia oligarquía de la época como el exponente más definido de los “bolcheviques peruanos”, nunca rechazó su filiación, aunque se apuntó “más peruano que bolchevique” como una manera de subrayar mirada propia al fenómeno universal que lo llamaba.
Fue en función de esa línea que el joven periodista se sumó a la lucha de los trabajadores y saludó la jornada de ocho horas en enero de 1919; asesoró a organizaciones sindicales y fundó el diario La Razón, antesala de creaciones mayores.
Afectado en su salud y acosado por la clase dominante, debió partir al viejo continente en octubre de 1919 con la idea de hacer allí su propia experiencia. Inició de ese modo una etapa en la que cimentó opciones y perfiló su personalidad, dotándola de altos objetivos humanos.
Una diversidad de fenómenos pudo percibir allá José Carlos Mariátegui: la crisis de la dominación capitalista traducida en ciudades destruidas, aldeas incendiadas, poblaciones arruinadas, miseria extendida y largas colas de desocupados. En otras palabras, el mundo de postguerra.
A la par, el ascenso de los trabajadores alentados por la Revolución Rusa que diera lugar a la tempestuosa Ola Revolucionaria de los años 20 y a expresiones heroicas como la República Húngara de los Consejos, la República Soviética de Baviera, la insurrección de Eslovaquia, y hasta la Revolución Alemana con la inmolación de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Además de grandes huelgas obreras en los Estados Unidos, la India, Egipto y otros países.
Surgen los grandes partidos comunistas en Europa occidental, como el francés, después del Congreso de Tours en 1920, y el italiano, luego de Livorno, en enero de 1921, certamen que contó con la presencia de Mariátegui y donde el Amauta confraternizó con destacadas figuras de la Revolución Mundial como el búlgaro Jorge Dimitrov y los italianos Palmiro Togliatti y Antonio Gramsci.
Unido a este fenómeno, el surgimiento del fascismo, como herramienta para enfrentar la rebelión de los pueblos: el Almirante Horthy en Hungría, Tzankov en Bulgaria; Antonescu en Rumania y Mussolini en Italia asomaron como los defensores más sórdidos del Gran Capital y la última carta del sistema de dominación vigente.
Para abordar y conocer estos escenarios, Mariátegui estudió fenómenos y experiencias políticas, pero mostró especial interés por los temas de la cultura y el arte.
Se vinculó con personalidades como el propio Gramsci, Piero Gobetti, Benedetto Croce, Luigui Pirandello, Máximo Gorki y Henri Barbusse. Con ellos, analizó el proceso social, los cambios de la época, el fracaso de la sociedad imperante y las nuevas perspectivas que la historia abría para pueblos y naciones.
También con ellos, asumió que la vida “más que pensamiento, quiere ser acción; esto es, combate”. Y para combatir retornó a Perú el 17 de marzo de 1923, cuando reivindicó su compromiso con el proceso peruano.
Sus libros de entonces (La escena contemporánea y los 7 Ensayos), a más de los que dejara concluidos y que se publicaran después; la inigualada revista Amauta, la edición de Labor, la fundación de la herramienta política creada en 1928 con el nombre de Partido Socialista, la creación de la CGTP y la formación de otras organizaciones populares fueron el signo de su valioso aporte aquel que lo consagró, diría Julio Antonio Mella, “como el orientador de un mundo por nacer”.
Cabe recordar la “Declaración de Principios” del Partido fundado el 7 de octubre de 1928. Lo sitúa en el marco de una sociedad capitalista y en lucha contra ella; plantea la tarea de la Revolución Socialista como camino histórico; proclama el papel de la Clase Obrera como la principal fuerza de combate; señala el ideal Socialista como objetivo y señala al Marxismo Leninismo como su herramienta teórica y política fundamental.
De Mariátegui podemos aprender muchísimo, así como valorar su lealtad a la causa del socialismo y su consecuencia en la lucha concreta. “Mi visión de la época”, dijo, “no es bastante objetiva, ni bastante anastigmática. No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe”.
El Amauta no tuvo una vida tranquila ni apacible. Fue acosado, perseguido y encarcelado. Atacado, vilipendiado y agredido. Pero supo siempre alzarse por encima de la adversidad, consciente que más allá de las palabras estaba la acción, aquella que habría de ubicarlo en lo más alto del pensamiento humano.
Tomado de Rebelión (25/04/2025)