TEPEYÓLOTL, EL CORAZÓN DEL CERRO. LA COMUNIDAD ANTE LOS INCENDIOS FORESTALES EN TEPOZTLÁN, MORELOS
Este año, el país sufre una crisis ambiental debido a los diversos incendios en sus áreas naturales. Veintitrés estados resienten, en mayor o menor medida, los estragos del fuego, cuyas causas —según investigaciones y datos estadísticos— son, en su mayoría, de origen humano. Entre ellas, destacan tres razones principales: quemas agrícolas fuera de control, muchas veces realizadas sin las debidas precauciones; la intención de ganar terreno a la naturaleza para destinar el campo a siembras extensivas; y la transformación de tierras siniestradas en bienes inmobiliarios, como casas de lujo, hoteles o desarrollos residenciales.
En el estado de Morelos, los incendios también se propagaron por buena parte de la demarcación, incluyendo el municipio de Tepoztlán, donde podrían estar relacionados con dos de las causas mencionadas: quemas agrícolas y desarrollo inmobiliario. En los últimos años, el municipio se ha consolidado como un destino turístico de gran relevancia debido a su imponente entorno natural. Por ello, la actividad agrícola ha ido perdiendo importancia, dando paso a la especulación con las tierras, siendo el desarrollo inmobiliario una de las principales sospechas en torno a la causa del siniestro.
Al respecto, el secretario de Turismo del estado de Morelos, ante la serie de incendios más devastadora de los últimos tiempos en el municipio —con alrededor de 1,670 hectáreas siniestradas— anunció con entusiasmo que, pese al siniestro, no se suspendieron las bodas de fin de semana en Tepoztlán ni las reservaciones en hoteles, sus declaraciones son un ejemplo claro de que el gobierno prioriza conservar los intereses de la industria turística por encima de cualquier afectación social o medioambiental. Esto no sólo denota insensibilidad, también muestra el desarraigo y la superficialidad de las políticas turísticas, tan alejadas de la comunidad.
La información oficial al término del siniestro se limitó a ofrecer estadísticas de daños y a resaltar la participación de brigadas gubernamentales y de protección civil estatal y nacional, omitiendo —como siempre— el trabajo de prevención y combate fundamental que nace desde abajo y que rara vez se menciona, pues no está bajo reflectores mediáticos ni en la agenda política: el trabajo de las brigadas locales, herederas de una tradición histórica en la lucha contra el fuego.
Esta organización tradicional de combate al fuego se estructura sobre los históricamente llamados Grupos Cívicos, que antiguamente representaban a los barrios del pueblo y que hoy existen bajo el nombre de Brigadas y Guardabosques, integrados por mujeres y hombres de barrios y comunidades de Tepoztlán que, por generaciones, se han organizado de forma tradicional. Ellos son el corazón del cerro, que late todo el año y se activa con mayor celeridad cuando es necesario.
Cuando hay un siniestro como el actual, personas que han heredado estos saberes —y otras que en los últimos años se han capacitado en el combate y prevención de incendios— comandan a los grupos organizados y a voluntarios para enfrentar el fuego.
En un impresionante despliegue que parece haberse ensayado previamente, brigadas, voluntarios locales y avecindados —muchos de ellos con experiencia y conocimiento del territorio— se preparan para subir al cerro, distribuirse, limpiar el área y hacer brechas. Se organizan como si supieran con claridad la actividad que le corresponde a cada uno. En esta labor, igual de importante es el trabajo arriba como el de quienes se quedan abajo: coordinando, recibiendo voluntarios, informando, llevando comida y organizando el material de trabajo.
En medio de la movilización, los más viejos, con conocimiento del territorio, mencionan el nombre en náhuatl de los parajes afectados, a la vez que guían y organizan a los más jóvenes, quienes heredarán este conocimiento y amor por los cerros que ha caracterizado a Tepoztlán. Esta organización, que parece espontánea, ha estado presente históricamente, aunque casi nunca es mencionada en los medios ni en los comunicados oficiales.
La raíz de esta colectividad proviene quizá del hecho de que los cerros del territorio han sido sagrados desde tiempos mesoamericanos y, desde entonces, han estado vinculados con deidades. Pero históricamente, a partir de la invasión española, los intentos por separar al pueblo de sus dioses y sacar provecho de su territorio han sido recurrentes. Quizá desde entonces existe esa oposición férrea de la población al usufructo ajeno de las montañas y, por esta razón, en Tepoztlán históricamente se han confrontado dos visiones: la de la preservación del territorio y la del interés particular.
Lejos de la postura utilitaria del gobierno y de las empresas turísticas, la organización comunitaria no persigue un fin individual y busca conservar el territorio como bien común, dejando ver que en Tepoztlán existen dos formas distintas de entender y habitar el mundo.
Sin embargo, en este incendio, la magnitud del siniestro, su inaccesibilidad en ciertas zonas y la aparición de fuego en puntos distantes impidieron a las brigadas locales y al apoyo oficial detenerlo de inmediato. Al final, el daño fue grave, pero hubiera sido una catástrofe mayor sin la participación comunitaria que, más allá de las estadísticas oficiales, sigue viva en una buena parte de sus habitantes.
Hoy Tepoztlán perdió una batalla, pero no la lucha, pues mientras la organización tradicional siga vigente, el Tepeyolotl, corazón del cerro, seguirá latiendo y manteniendo con vida a las deidades que moran en su territorio.