SUBIDA AL CRUZCO. RITUAL EN EL CERRO SAGRADO DE LA COMUNIDAD NAHUA DE ACATLÁN, GUERRERO — ojarasca Ojarasca
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SUBIDA AL CRUZCO. RITUAL EN EL CERRO SAGRADO DE LA COMUNIDAD NAHUA DE ACATLÁN, GUERRERO

ISADORA HEREDIA-LÓPEZ y ELÍ GARCÍA-PADILLA

Es primero de mayo, el inicio del ciclo agrícola mesoamericano. Otros refieren que es el preámbulo del día de la Santa Cruz (3 de mayo) según la tradición católica. En diversas comunidades de la República se hacen ceremonias, danzas, rezos, ofrendas y demás manifestaciones culturales para pedir por la necesaria lluvia para los cultivos, los animales y la vida. En la comunidad de Acatlán, Guerrero, desde mediados de abril se preparan las diferentes danzas y grupos, incluyendo a los Tlacololeros, los Cojtlatatzin (hombres del viento) y los Tigres o Tecuanes, los personajes más visibles e importantes del ritual de petición de lluvias conocido como Atsatsilistli. Toda la comunidad se prepara para esta celebración haciendo una serie de tareas colectivas, como preparar la comida, llevar flores, hacer ofrendas en el templo católico, arreglar sus trajes, ensayar las danzas, preparar las máscaras, hacer ayunos espirituales. Organizar en comunidad los diferentes momentos del ritual es una tarea que se realiza a lo largo del año para estar listos para esta fiesta.

En la comunidad de origen nahua existe un sitio arqueológico muy especial al pie del cerro Cruzco, conocido como Oxtotitlán. Es aquí donde, dentro de una gran cueva, está un monolito de origen natural de un ser similar a un jaguar, al cual las personas locales adornan con collares de flores de tapayola (cempasúchil) y velas. Aquí mismo se pueden observar incontables representaciones en arte rupestre con elementos tan impresionantes como un personaje de cuyo falo erecto parece que emerge un tigre o jaguar. Este lugar podría ser el origen del ritual: el vientre de donde salen los hombres transmutados en jaguar. Es donde conocimos a Don Trini, un campesino acateco que nos cuenta sobre su condición de Tigre o Tecuán por más de 20 años ininterrumpidos ofrendando en el Cruzco.

Don Trini actualmente se dedica al cultivo de agaves mezcaleros cultivados y silvestres y nos cuenta que este sitio de Oxtotitlán era antes propiedad de su papá, incluyendo las cuevas. Así mismo nos cuenta que del ritual de petición de lluvias depende la vida, la fertilidad de la Madre Tierra, y por lo tanto el sagrado sistema de la milpa del cual depende todo el pueblo de Acatlán, y ruega año con año proclamando a su dios, a quien no pocos, incluyendo a la autoridad comunitaria, se atreven a decir que se trata de Tláloc, que en la tradición nahua y mexica es el dios de la lluvia.

El día siguiente, dos de mayo, nuestra aventura comenzó en la pequeña comunidad de San Marcos de las Rosas, lugar cercano al sitio sagrado donde un monolito nos recibe para comenzar la peregrinación hasta donde se observa una laguna y algunos altares con cruces. Ahí los tecuanes dejan ofrendas, así como temporalmente las indumentarias y máscaras con las que ofrendarán peleando, una vez que los Tlacololeros abran el campo de batalla, siguiendo al pitero con sus látigos o chirriones. Este año prestamos especial atención a elementos del ritual que no habíamos documentado en ocasiones anteriores. Por ejemplo, nos percatamos de que los miembros de la autoridad comunitaria sacrifican a los pollos, o más bien gallos, para luego separar las vísceras y colocarlas en pencas de magueyes de Agave cupreata, que luego son subidas y amarradas a la copa de los encinos. Allí llegarán los zopilotes y otras aves para comer, una vez que todos hayan regresado a la comunidad de Acatlán.

El mezcal ofrecido a los asistentes también es pieza fundamental para la realización del ritual. Su proceso de elaboración implica una velación de las piñas durante su cocimiento para que posteriormente se puedan destilar de manera artesanal. Uno de los elementos a destacar es la participación de las nuevas generaciones que cumplen con el ritual, tal es el caso de las niñas y niños dentro de las danzas de los Tlacololeros y también otros niños que van a pelear con sus trajes y máscaras de Tecuanes. Son pocas las peleas que realizan las mujeres, por no ser consideradas como tradicionales. Estas se realizan sin el uso de máscaras ni trajes, pero bajo la supervisión de los referís que cuidan a todos los peleadores, pues no se trata de ganar o vencer, sino de ofrendar.

El calor es insoportable, el cansancio, el sudor y la sangre se hacen presentes una vez más en el cerro sagrado del Cruzco. Algunos aspectos fueron la repartición de los sagrados alimentos, consistentes en un picante caldo de gallo con verduras frescas y unos tamales de frijol cocinados en el cerro, mientras otros realizan ofrendas, cantos y danzas. Esta vez no hubo entrega de flor de tomoxóchitl, que es parte de un ritual de petición de matrimonio entre los acatecos. Los rezos, dirigidos por gente principalmente de la fe católica y ofrendas de copal, flores, mezcal y velas inundan el paisaje, mientras los cuetes y los golpes de las peleas de tigres no cesan. La promesa es fiel y firme: mientras más se ofrenda, más habrián lluvias.

La ofrenda se refiere al esfuerzo, al sudor, al sacrificio, al cansancio y al servicio comunitario que realizan los habitantes de Acatlán. El atsatsilistli, se sigue llevando a cabo año con año desde tiempos inmemoriales, aun durante la pandemia de los años 2020 y 2021. A pesar de que los pronósticos y escenarios al futuro inmediato no son tan promisorios, en el sentido de que se predice que cada año será más caliente con relación a los anteriores, las comunidades originarias de México siguen haciendo lo propio, cumpliendo con la tradición y costumbre que para ellos es la esperanza y fe de un año con buenas lluvias, con buenas cosechas que brinden sustento y vida. No hacemos otra cosa que pensar, como dice un son, “que es el hombre campesino nuestra esperanza al futuro”.

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