FRÍO EN EL DURAZNAL
Sí era cierto que casi todos los meses del año hacía muchísimo frío en El Duraznal, excepto abril y mayo. Y tal vez sentía más frío porque no tenía camisa manga larga, ni chamarra y tampoco sudadera; con lo único que me tapaba y cubría mi estómago era un gabán negro que me había regalado mi tía Irene. Sin embargo, el verdadero frío que invadía todo mi cuerpo ya no era el frío mismo, sino la tristeza que arrastraba desde que había muerto mi papá en una mañana fría del mes de enero de 1979 en Tamazulápam Mixe y de vez en cuando la neblina se apiadaba de mí e intentaba consolarme.
–Ven y siéntate que yo te abrazaré y te cobijaré —decía.
También acariciaba mis mejillas y tocaba suavemente mi cabello. Cansada de intentar contentarme, me preguntaba:
–¿Por qué estás triste?
No podía ni lograba responder a la neblina y era como si algo o alguien me impidiera hablar ya que sentía que las palabras no pasaban de mi garganta y allí se quedaban. Enseguida, sólo brotaban dos gotas de lágrimas y escurrían lentamente en mis cachetes. Sentía que esas lágrimas quemaban mi estómago y luego escuchaba otra voz que venía desde lo alto del cielo de El Duraznal:
–Tú no estás solo. Los cerros y las montañas te cuidan y te protegen.
Miraba por todos lados e incluso alzaba la cabeza y no veía a ninguna persona. A lo lejos ladraban algunos perros y minutos después volvía a oír esa misma voz y era la voz de un hombre:
–No siempre serás un niño y algún día crecerás y serás un adulto. Cuando llegue ese día, subirás y te esperaré acá en mi casa para platicar.
Mis labios temblaban, pero aun así le preguntaba:
–Pën mejts jëts tee mejts mxëë / ¿Quién eres y cómo te llamas?
Ya no lograba escuchar si mencionaba o no su nombre dado que en ese instante comenzaba a llover muy fuerte y entraba a mi casa.
La muerte y la ausencia de mi papá generó en mí una tristeza interminable. Además, moldeó y formó una buena parte de mi carácter y personalidad de hoy en día. Por lo que en aquella época aprendí a cortar y a traer leña de encino o de roble en el monte, a echarle tierra a las plantas de maíz.
–¿Por qué le echamos tierra a las plantas de maíz? —le preguntaba a mi mamá.
–¡Para que crezcan bien y que el viento no los tumbe! — respondía.
Dentro de la milpa también sembrábamos frijol, calabaza y chilacayote. Pero lo más pesado era levantar la cosecha pues no teníamos burros ni mulas que podrían ayudarnos a cargar. Entonces, por varios días nosotros mismos cargábamos las mazorcas en un costal blanco y cuando había buena cosecha casi se llenaba la casa del maíz. Allí había maíces de varios tamaños y colores: rojo, blanco, amarillo y morado. Encima de ellos colocábamos una cruz y de igual manera aprendí a moler nixtamal en el molinillo y cuando mi mamá regresaba a la casa molía nuevamente la masa en el metate hasta que quedara muy fina. Enseguida, hacía y echaba tortillas en el comal.
Otra tarea que realizaba cuando era niño era traer agua al manantial en una cubeta o en una pequeña ánfora para llenar una olla grande de barro que estaba sentada a un lado del patio y justo allí se asomaba y salía mi papá cuando llegaba a visitarnos mientras jugaba a las canicas o hacía bailar un trompo. En realidad, él yacía tres metros bajo tierra en el camposanto de Tamazulápam y entonces aparecía o tenía la forma de una víbora e idéntico a un coralillo.
–¿Cómo han estado y qué hacen? —decía.
No respondía y solamente me quedaba viendo los colores impregnados en la víbora.
–He venido a visitarlos porque los he extrañado mucho desde que me fui —agregaba.
Yo seguía sin hablar y sin responder a tales preguntas y afirmaciones. Buscaba una piedra y le aventaba al coralillo. Mientras se arrastraba para perderse en el monte, gritaba de dolor:
–Por favor no me pegues y no me mates.
Algunas veces se escapaba y en otras ocasiones sí llegué a matarlo. No sabía si era verdad el mensaje de amor que llevaba y decía el coralillo. Después de la visita y del reencuentro con mi papá me quedaba pensando sentado en un banquito en forma de conejo:
–¿Cómo es que un muerto se transforma o se convierte en un animal?
Ya por la noche recordaba algunas narraciones del mundo mixe que mi abuela y mi tío me habían contado y específicamente sobre el nacimiento del Rey Contoy y de su hermana Tëjëë. Decían que el primero sí era una persona y la segunda era una serpiente…