MEMORIAS DE UN BOSQUE EN RESISTENCIA. 20 AÑOS DE LA DEFENSA DEL BOSQUE EL NIXTICUIL
Zapopan, Jalisco
Nuestra historia con el bosque Nixticuil guarda memorias de miles de experiencias, de compañeros que se han ido, de procesos inacabados, de traiciones, de iniciativas en curso que se vuelven casi imposibles de transmitir con palabras. Pensamos que llegar a los 20 años ha implicado mucho, sobre todo al bosque.
Hace diez años dijimos que todos los gobiernos, sin excepción, han sido cómplices de la destrucción del bosque. En la última década hemos visto diluirse la diferencia entre los que gobiernan Jalisco y los empresarios, ahora sin ocultarse. Hoy son los propios capitalistas inmobiliarios quienes gobiernan y ordenan la ciudad. Con ellos la transformación del territorio ha mostrado toda su violencia. La destrucción aprobada por los gobiernos anteriores se consolidó con los proyectos que no pudimos detener; nos llena de rabia e impotencia ver cómo continúa extendiéndose con el brazo político de las inmobiliarias y el narcotráfico: Movimiento Ciudadano. De otra forma no podría entenderse que el propio gobierno de Zapopan, responsable de garantizar que se respete un Área Natural Protegida como es El Nixticuil, haya sido siempre el principal enemigo del bosque, administrando el territorio como negocio del cártel inmobiliario, autorizándoles todo e imponiendo proyectos municipales como lo han hecho los últimos años.
Todas las instituciones ambientales y judiciales de todos los niveles de gobierno han sido aliadas de las inmobiliarias en su objetivo de mercantilizar y destruir el bosque. Eso explica que tanto dentro como en las inmediaciones del Nixticuil, actualmente existan seis megaproyectos que abarcan 87 cotos y 12 torres de departamentos, además de otros 25 fraccionamientos de menor magnitud y otros 5 enormes edificios verticales que están invadiendo el territorio. Todas estas miles de casas han sido construidas en zonas incendiadas. “Todo incendio es político”, dicen los compañeros, pues sin el poder del dinero esto no podría explicarse. En 20 años, hay cientos de denuncias interpuestas, incendiarios que en distintas ocasiones dejaron ir, sólo dos sentencias contra responsables de provocar incendios forestales y ninguna de éstas ha sido para Beatriz Alfaro, Raymundo Gómez Flores o algún otro empresario criminal responsable de incendiar el bosque.
En esta guerra contra las vidas que no importan al capital, en más de 900 hectáreas de bosque, campos de cultivo, pastizales y arroyos, ya se ha cambiado el uso del suelo, y aunque no han sido urbanizadas en su totalidad, una gran parte han sido ya arrasadas por su ambición. Provocan incendios, siembran muerte, campos llenos de concreto y casas con las que han destruido o tienen proyectado destruir el hogar de muchas especies de plantas y animales que han muerto o hemos tenido la suerte de poder apoyar para que sobrevivan al desplazamiento por la destrucción de su territorio.
Han venido por el agua, se han apoderado de los pozos de los ejidos y de nuestras comunidades; por meses no hay agua para nuestros barrios, pero sí hay para regar sus campos de golf y sus jardineras llenas de plantas invasoras. Regresan el agua saqueada del suelo teñida de morado y azul al que fue el Río Blanco, matando miles de peces y otros seres vivos, como ocurrió la semana pasada; convierten los senderos en avenidas que amenazan la vida de los animales. Antes era posible, hoy ya no hay forma de tener una casa, lucran con la tierra, avanzan encareciendo todo, blanqueando, saqueando, gentrificando. Resistir a todo eso ha sido difícil, pero es el camino que escogimos porque creemos firmemente que es necesario, que alguien lo tiene que hacer y porque queremos contagiar ese deseo de defender el territorio. Siempre hemos dicho que para defender el bosque, y como parte del territorio que somos, hay que crear en el día a día otras formas de relaciones, de comunidad con los otros sujetos, más allá de los humanos, y que sea a partir de los principios del amor y el respeto; no es algo sencillo, aunque con todo nuestro empeño deseemos prefigurarlo aquí y ahora.
En muchos procesos de conflicto por despojo, hay un proyecto, un enemigo único que enfrentar. En la defensa del territorio de El Nixticuil hemos enfrentado al menos 40 proyectos y un número mayor de especuladores tras todos éstos; en este contexto hostil, tratamos de pelear en cada flanco, contra todos. Es claro que no hemos sido efectivos contra la hidra inmobiliaria, contra esta mafia de empresarios que ahora en el poder han hecho de la guerra contra el territorio su forma de gobernar.
Desde el 2007 y hasta hoy, más de 400 veces han incendiado el bosque, las mismas que nuestra brigada comunitaria se ha movilizado para apagarlo. También desde entonces miles de árboles germinan y crecen cada año en el vivero comunitario para restaurar el bosque. El vivero es un lugar pequeño que es el corazón de nuestra organización, porque ahí se reproduce el ciclo de la vida del bosque, siendo espacio de encuentro y articulación del trabajo colectivo. A pesar de que la ley es la muerte y se usa para favorecer a la depredación de empresas y gobiernos, tampoco hemos dejado de pelear en ese campo para que el bosque sea respetado.
Este año ha sido especialmente difícil, en septiembre perdimos a nuestro compañero Alejandro. Sabemos que nos sigue acompañando de muchas maneras a cada uno de nosotros, y queremos seguir nombrándolo en estas jornadas. Alejandro Pérez Amante forma parte de la defensa del bosque Nixticuil desde hace 10 años. En ese tiempo no dejó de ir a un solo incendio, siguió el principio de vida que adoptamos en el colectivo: poner en común y al servicio de la lucha las habilidades, talentos y recursos personales.
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Comité en Defensa del Bosque Nixticuil, verano de 2025, a 20 años de que nuestras madres detuvieron los trascabos.