PRESO POR CUIDAR LA MONTAÑA MALITZI. AL FIN LIBRE, SAÚL ROSALES MELÉNDEZ
Ni el clásico “usted disculpe” le dijeron a Saúl Rosales Meléndez, defensor de la montaña Malitzi (La Malinche), en Tlaxcala, cuando le anunciaron que, luego de tres años de encarcelamiento, sería liberado, absuelto de toda culpa. No hubo pruebas que lo inculparan de un delito que no cometió y un tribunal colegiado ordenó, por fin, su libertad. El pasado 4 de septiembre cruzó la puerta del penal, con gorra y sudadera rojas, pantalón de mezclilla y su mochila al hombro, Saúl se detuvo unos momentos antes de cruzar la puerta final. Su familia y compañeros del colectivo de Saneamiento y Restauración de la Malintzi Tlalcuapan lo esperaban con vivas y porras. Saúl, de origen nahua, se recargó en la pared, soltó el llanto y salió con la frente en alto de una cárcel que nunca debió haber pisado. “Saúl, hermano, te estamos esperando”, fue el grito de bienvenida.
Tres de los 20 años a los que fue condenado injustamente se le vinieron encima. Nadie pudo probar su participación en el linchamiento ocurrido el 15 de abril de 2022 en San Pedro Tlalcuapan, Tlaxcala. Lo acusaron entonces de homicidio calificado en contra de Alfredo Bautista, pues, sentenciaron sin miramientos tres juezas, en su calidad de presidente de la comunidad no salvaguardó la vida de la víctima. Saúl ni siquiera estaba en el lugar de los hechos, pero nada importó. Detrás de su encarcelamiento, advirtieron centros de derechos humanos, estuvo siempre su participación en la defensa y cuidado de los bosques de La Malinche, esa montaña a la que le deben todo.
Entrevistado telefónicamente por Ojarasca, cuatro días después de su liberación, Saúl Rosales habla de la prisión, de su decisión intacta de regresar a trabajar la tierra y seguir resguardando la montaña y, sobre todo, de disfrutar de su familia y sus compañeros y compañeras que no lo dejaron solo.
–¿Qué significaron estos tres años en prisión?
–Fue una experiencia injusta, triste. Nunca había pasado una situación de encarcelamiento y fue muy duro para mí, primero porque fue injusto y en segundo lugar porque estar encerrado trae mucha depresión, tristeza, nostalgia, impotencia, dejas a la familia sola. Son muchos sentimientos encontrados.
Lo que me dolió más fue que mis hijas dejaran de estudiar por ir a trabajar y ayudarme para los gastos jurídicos y de todo. La mayor ya estaba en el quinto semestre de la universidad, quería ayudar a los niños y estudiaba filosofía. La otra estaba terminando la preparatoria. El encarcelamiento desbarata a la familia.
–¿Cuál fue el veredicto luego de tres años?
–Salí absuelto, libre de todo cargo. El gobierno ni se disculpó ni nada, sólo fue de “ya estás libre, vete a tu casa”.
–Lo recibieron con mucha alegría afuera del penal…
–La justicia solamente llega haciendo presión por parte de la comunidad, del pueblo, y así se puede lograr liberar a algún inocente. En las cárceles hay mucha gente que sólo por un señalamiento está ahí.
Cuando salí y vi a mi gente, a la gente que me aprecia, la gente que sabía que yo era inocente, fue una alegría inmensa, una emoción inexplicable porque no esperaba eso. Yo le debo la liberación a esa presión. Nosotros somos católicos y creemos mucho en Dios, para mí fue como un milagro, porque solamente con nuestra fe y siendo constantes en la lucha y en el proceso de injusticia durante estos tres años Dios estuvo siempre en mi mente. Siempre oré por que los magistrados y los jueces pudieran dar un veredicto justo. Al final los tres jueces que dieron el fallo al final dijeron que era inocente. Inocente por unanimidad, pero tres años de mi vida ahí adentro.
–¿Cuál fue el motivo real por el que lo encarcelaron?
–En algún momento estuve en un comité para tratar de controlar y evitar la plaga de escarabajo descortezador que invadió la montaña, la Malintzin. Cuando empezó esa lucha nos dirigimos a varias instancias del gobierno, nos manifestamos e incluso fuimos al Estado de México para protestar porque necesitábamos apoyo para acabar con la plaga en nuestros árboles. Comenzó con unos arbolitos, pero por toda la burocracia y por la falta de atención del gobierno nos tuvimos que manifestar en México y en Tlaxcala, con los encargados en turno.
Nosotros perdimos prácticamente 90% de árboles en el territorio de Tlalcuapan, aquí el ocote ya no existe, porque prácticamente la plaga devoró todo lo que pertenecía a la comunidad. Y nosotros empezamos la reforestación. Quiero pensar que esa situación también fue el motivo para que de ahí se agarraran y yo fuera preso.
Al principio no aceptaba que yo fuera un preso político, porque yo no entendía cómo era eso. En algún momento lo dudé, pero después, viendo la situación y analizando algunas cosas que nos comentaron nuestros abogados, definitivamente sí, fue preso político.
–¿Cómo es la lucha contra los talamontes?
–El que se encargaba del Área Protegida controlaba quién entraba a traer leña, qué empresa tenía el trabajo. Nosotros incluso siendo dueños de alguna propiedad o de algún pedazo de terreno, no teníamos derecho a cortar ni una rama porque es área natural protegida, pero en la comunidad siempre hemos dependido de nuestra leña. No cortamos árboles, sino sólo las ramas, como una manera de poda.
Cuando formamos el comité de restauración de la Malintzin, todo fue controlado tal y como se tenía que hacer. Estuvimos respaldados y orientados por todas las dependencias. Mientras nosotros estuvimos nunca vimos a los cortadores clandestinos. Posteriormente empezaron a entrar empresas fantasma, aunque a mí no me consta, porque el trabajo que hicimos siempre estuvo vigilado.
Si entraron empresas fantasma, no supimos de parte de quién venían. En algún momento cuando bajamos a un lugar, nos comentaron que estaba saliendo leña firmada por una dependencia de Santa Ana Chiautempan, el municipio. En los turnos nosotros siempre tuvimos los recibos y el conteo de los camiones que salían, pero de la leña que pudo haber salido clandestinamente no tenemos la información. Pero sí se escuchó sobre eso, aunque nunca tuve las pruebas. A veces salían los camiones a las dos, tres o cuatro de la mañana, cuando el último carro que podía bajar era a las ocho de la noche.
–¿Cómo nace el comité de restauración y saneamiento de la Malitzin?
–Cuando comenzó la plaga, lo que nosotros hicimos fue recurrir a las dependencias para conseguir arbolitos y reforestar. Nuestra labor era hacer zanjas, limpiarlas, reforestamos miles de árboles, ocotes similares a los que había, aunque se trató de conseguir que fueran más resistentes. Desafortunadamente, no sé si fue la gente o fue natural, en temporada de incendios mucho arbolito murió nuevamente en la época de sequía, con incendios que yo pienso que son provocados.
Nosotros somos defensores y restauradores del bosque. La comunidad siempre ha sido así, con nuestros abuelitos siempre hubo trabajo de comunidad. Eso era ir a limpiar zanjas y hacer nuevas para que la vegetación siempre existiera. Había árboles preciosos que ya tenían más de 200 años ahí. Era una maravilla de bosque, entrabas en algunas áreas en las que casi casi se oscurecía porque el ocote hacía una sombra muy bonita. Pero desafortunadamente el gobierno no apoya y la plaga avanzó.
–¿Cómo es la conexión de la comunidad con el bosque?
–Pertenecemos a la comunidad indígena y aquí también se habla el náhuatl. La Malintzin nos da tantos recursos naturales. Teníamos manantiales, había mucho maguey, mucha gente sembraba papa en la montaña. Eran unas cosechas preciosas. Todavía se sigue sembrando mucho. Para nosotros la Malintzin era una proveedora natural, que siempre nos ha regalado el agua. Nuestra agua está entre las mejores por los manantiales que existen, que puedes tomar sin pensar en que te hará daño.
En algún momento fui parte de la comisión del agua potable y por eso me percaté de que la cantidad de cloro que se le ponía al agua era mínima, y la persona que se la ponía nos dijo que nosotros incluso podíamos tomárnosla así, sin necesidad de echarle cloro, porque estaba muy buena.
La Matlalcuéyetl es la que nos ha mantenido por generaciones. Recuerdo que cuando era niño una parte muy fundamental de nuestra alimentación eran los hongos, la lengua de pájaro, que sabía como verdolaga. Había mucho conejo, mi abuelo me dijo que teníamos venado, tejón, tlacuaches, zorrillos. Mi abuelo incluso crió venado porque llegaban hasta aquí y los agarraban, los tenían como borregos.
Aquí se hacen rituales a la Malintzin para agradecerle. Se hace una fiesta en el monte en el día de San Isidro. Allá la gente va a comer y celebra. Se hace el pedimento y el agradecimiento por las cosas que la montaña nos da todos los días. Cuando caí preso la gente le fue a pedir a ella, creyendo en mi inocencia. Se le pidió que nos ayudara a que yo regresara a mi hogar y unirme a la reforestación. Se le pidió por mi liberación. Me trajeron una poquita de agua del manantial y yo la tenía en la celda como representación de una parte de ella, una representación de lo que estaba defendiendo. Me la llevaron los muchachos del colectivo que fueron a hacerle oración por mi liberación. La parte fundamental es el agua. Nosotros dependemos del agua de la montaña.
–¿Qué sigue para usted de regreso a su comunidad?
–Me voy a reintegrar a la reforestación y cuidado del bosque. Es parte nuestra y tenemos que seguir apoyando para que sea de nuevo esa proveedora. Me comentan los muchachos que los manantiales que en algún momento existieron y nos proveían de más agua se están secando porque ya no hay árboles. Los árboles detenían la humedad de la montaña, eso era lo que mantenía los manantiales llenos, pero ahora se está quedando como si fuera un desierto.
La lucha seguirá en la reforestación. Antes dependíamos de los hongos, conozco por lo menos unas veinte clases diferentes, pero como falta el ocote ya están escasos. Mi mamá me dijo que fue a buscar algunos y no encontró nada.
–Hablemos de la criminalización de los defensores del territorio.
–Hay impotencia. Estando preso es como cuando dejas a un niño indefenso en un lugar y no puedes protegerlo. El gobierno sólo ve sus intereses. Para nosotros la Malintzin es el pulmón de Tlaxcala. ¿Por qué una persona tendría que tener a alguien que está haciendo algo bueno en la cárcel? El gobierno no quiere es desembolsar para poder seguir ayudando a la causa, como nos dijeron cuando nosotros fuimos a pedir apoyo, pero pudiera ser que para otros intereses sí.
A los defensores del medio ambiente se les encarcela, pero vamos a seguir defendiendo el bosque como podamos, sumarnos a esa causa. Cuando hay momento de reforestación, como ciudadanos, como tlaxcaltecas, como mexicanos, es ir a reforestar. Esa es nuestra obligación porque dependemos del aire, de los árboles, ellos son nobles y son unos seres vivientes como nosotros y sobre todo por nuestros hijos, porque son ellos los que lo van a padecer.
–Saúl, ¿y qué hizo usted tres años en la cárcel?
–Aprendí a hacer pulseras de bisutería, estuve en el curso de costura, en carpintería, hago bolsa con cinta plástica de colores. Fui al curso de electricidad también y varios de psicología. Estuve en el grupo de AA, que me ayudó bastante. Estuve en varios cursos que impartía Icatlax (Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Tlaxcala) y lo que hacía lo vendía afuera con mi familia, era la manera de tener un ingreso. Es difícil estar adentro, tienes que generar porque siempre son muchos gastos.
Y también con eso mantenía ocupada la cabeza, esos tres años y dos meses que estuve fueron difíciles, pero me mantuve ocupado tratando siempre de estar haciendo algo para que el tiempo corriera.
Pero la cárcel no me dobló. Ni a mi familia. Siempre ellos me levantaron con sus detalles, con sus motivaciones. Mi esposa nunca perdió la fe.
Yo siembro maíz, siembro frijol, árboles frutales. No pienso dejar de hacer mis bolsas, mis pulseras. Por lo pronto es lo que puedo hacer, y volver a mi campo a sembrar mi maíz. Tengo muchos pendientes, pero lo que me más interesa ahora es regresar a mi vida normal y gozar a mi familia.