EN EL ORÍGEN FUE LA NOCHE
Esta novela bilingüe del autor tsotsil Mikel Ruiz retrata el tema de la violencia social, teniendo como punto de partida la matanza de Acteal en Chiapas en 1997. Pero, sobre todo, lo hace desde una mirada particular: desde la voz y la memoria de Pablo Ak’obal, militar que entrena y dirige a los grupos paramilitares. El personaje, además, es miembro de la propia comunidad tsotsil donde lleva a cabo la masacre. El autor nos conduce a través de sus páginas a desentrañar la mente, el espíritu de un hombre que ve natural, deseable y justificable el aniquilamiento de “Las Abejas” (grupo que se encarga de alimentar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional), con el fin de cumplir con las órdenes del gobierno de erradicar al EZLN.
La novela, ganadora del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas en 2023, se caracteriza por ser breve, concisa y está escrita en primera persona. La narrativa no es lineal, por lo tanto, el personaje principal va y viene a su memoria, sin que por ello se pierda la secuencia de la historia; por el contrario, produce un suspenso para que el lector arme el rompecabezas de la vida del protagonista. Este tipo de narrativa permite el desdoblamiento de la historia, unir fragmentos del pasado, del presente de Pablo, e incluso anticipar algunas de sus acciones futuras.
Desde el inicio, en la plegaria que recita, se sabe que el hombre cometerá una acción censurable: Yo, Pablo Ak’obal soy tu hijo destructor. Yo, Pablo Ak’obal soy tu enviado mortífero. Yo, Pablo Ak’obal, soy tu mercenario vengativo.
Conforme se avanza la lectura se descifran sus motivaciones, las cuales nos llevan a dilucidar por qué un individuo comete todo tipo de atrocidades sin ninguna culpa, antes bien, normaliza la violencia y se justifica desde su historia personal y social: según él, es su deber como militar ayudar al gobierno en turno; asimismo, es el “elegido” del Señor para limpiar su reino.
Al evocar algunos pasajes de su anterior vida en su comunidad de origen, Pablo Ak’obal genera una empatía inmediata como, por ejemplo, al narrar la enfermedad y posterior muerte de su hermana Carmela. Él señala que por un accidente se le cayó la niña. En su inocencia y bondad de niño, Pablo relata que con tal de que dejara de llorar, la llevó a comer guayabas, pues a ella le gustaban mucho. En ese pasado hay una culpa, un remordimiento que ahora ya no siente.
El incidente con su hermana motivó a su familia a cambiar de religión —de católicos a protestantes—, a causa de ello fueron expulsados de su pueblo, como se detalla en este fragmento: Aquí no debe existir otra religión, óiganlo bien. No habrá otra creencia que no sean nuestras costumbres y tradiciones; ahora quiero que se larguen de una vez antes de que los queme también. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón, extrajo una caja de cerillos y le prendió fuego a nuestra casa. La madera se encendió rápidamente crepitando como si se quejara, como si le dolieran la carne y los huesos. Las llamas producían un ruido sordo, grave, como pidiendo perdón por dejarnos sin un techo, sin una protección contra la noche.
Estas líneas de la novela no sólo destacan por la crudeza, sino por la belleza del lenguaje que en la parte final dota de sensibilidad a algo inanimado sobre lo humano.
Este acto inicial genera una espiral de violencia que crece hasta terminar con la masacre de “Las Abejas”. Al final nos entrega a un hombre como Pablo, que lleva la violencia a un nivel de sadismo, pues no es suficiente con matar a una mujer embarazada, se ensaña con ella, se asegura que no quede rastro de la familia. Por eso ordena a uno de sus hombres que le abra el vientre con un machete para constatar que el bebé realmente esté muerto.
En la última parte de la novela, la masacre se extiende por horas, la matanza parece consumada con extrema violencia. En ese instante vuelve a la mente de Pablo Ak’obal la memoria de su hermana Carmela, ese rastro de humanidad lo confunde, le impide disparar. Eso nos deja una esperanza de vida, un último latido que resiste en medio de tanta muerte y brutalidad.
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Andrea Lorenzo Gómez La autora es narradora zapoteca de Oaxaca, obtuvo el primer Premio Bellas Artes de Literatura en Lenguas Indígenas 2025 convocado por el INBAL.