INVADEN PARTICULARES LOS PREDIOS DE BÉLEN, COMUNIDAD DEL CARACOL DOLORES HIDALGO
No es casualidad que la primera de las 13 demandas con las que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas en 1994 fue la tierra, su derecho a trabajarla y habitarla en una región en la que los grandes latifundistas tenían en su poder ostentosas fincas en las que trabajaban como peones los propietarios originarios. La tierra fue también el origen de la revolución zapatista de 1910 que, como bien nombró el historiador Adolfo Gilly, fue interrumpida.
A finales de febrero de 1994, en la comunidad de Prado Payacal, un grupo de periodistas asistimos a una de las tantas asambleas post levantamiento que se estaban llevando a cabo en todas las regiones bajo control del EZLN. La atención a las familias de los caídos en la guerra y el reparto de las tierras recuperadas fueron los temas centrales. Se habían preparado 10 años para este momento.
Ganaderos y latifundistas, siempre apoyados por los gobiernos priístas en turno, pues eran literalmente los mismos, se manifestaron, entonces y ahora, con diversos actos de violencia en contra de las comunidades. Nunca aceptaron que aquellos a quienes habían arrebatado la tierra y habían humillado durante décadas hubieran recuperado lo que les pertenecía históricamente.
Un par de años después, el gobierno federal tomó la decisión de pagar esas tierras a los hacendados que se autodefinían como propietarios, y quedaron en posesión legítima y legal de los pueblos mayas zapatistas, quienes, en su reciente iniciativa, las pusieron a disposición del trabajo “en común”, para integrantes de su organización y para todos aquellos que quisieran trabajar, bajo la premisa anticapitalista de que la tierra no tiene dueño.
Pero nada conforma a quienes siempre se han pensado dueños de la tierra y de la vida. En abril, mayo, julio y agosto, reportan los zapatistas, un grupo de personas del municipio de Huixtán, encabezadas por Emilio Bolom Álvarez, Miguel Bolom Palé, Miguel Vázquez y David Seferino, irrumpieron en la comunidad de Belén, del caracol de Dolores Hidalgo, donde viven bases de apoyo encargados de trabajar la milpa en común entre zapatistas y no zapatistas, con el fin de reclamar la tierra como suya. Llegaron, además, resguardados por el ejército y la policía estatal. Les dijeron que la tierra se las entregó el gobierno, que contaban con los papeles legales y que ellos tendrían que salir “por las buenas o por las malas”. Destruyeron los letreros de identificación de las comunidades zapatistas y, sin más, comenzaron a medir la tierra.
Los zapatistas actuaron, como desde hace más de 31 años, con cautela, estrategia y dignidad, y acordaron retirarse para “planear la defensa”. Más tarde, en septiembre, llegaron 15 personas a posesionarse del predio, y más tarde dos camionetas del ejército federal, tres de la policía estatal de Ocosingo y cuatro de la Fiscalía General del estado. Ese día destruyeron y quemaron las casas de los zapatistas y robaron cosechas y pertenencias. La intención de diálogo de los zapatistas nuevamente fue inútil, pues se sintieron envalentonados con el respaldo de los gobiernos.
NO ESTÁN SOLOS
Hoy, como en diferentes momentos de estos 31 años, diversos sectores de la comunidad nacional e internacional exigen el cese del hostigamiento, el respeto a la autonomía y a las tierras que los zapatistas trabajan en común con los pueblos. La restitución inmediata de sus territorios es respaldada por integrantes de la comunidad artística, académica y cultural de México como Bertha Navarro, Luis de Tavira, Juan Villoro, Ofelia Medina, Joaquín Cosío, Francisco Barrios “El Mastuerzo”, León Chávez Teixeiro, Arturo Beristáin, Daniel Giménez Cacho, Amparo Sánchez, Luciana Kaplan, Natalia Beristain Egurrola, Pedro de Tavira Egurrola, Dolores Heredia, Ilse Salas, Valentina Leduc Navarro, Carolina Coppel y Argelia Guerrero, entre muchas personas más que en distintos momentos han visitado el territorio zapatista y constatado su trabajo colectivo y en común.
Y desde la Europa insurrecta, la misma que sigue llenando las calles exigiendo el fin del genocidio contra el pueblo palestino, advierten que los ataques a las comunidades “no sólo representan una declaración de guerra contra las tierras zapatistas, sino contra la construcción de una vida en ‘común’ de la que también formamos parte, pues en ese territorio estamos apoyando la construcción del Quirófano Luz del Común ‘Compañer@s caíd@s del mundo’”.
Les preocupa, indican decenas de colectivos europeos, que “la violencia que se pueda desatar a través de estos aparentes conflictos territoriales no son otra cosa que desatar la guerra en territorio zapatista”, por lo que exigen “que se respeten la autonomía zapatista y las tierras que dignamente recuperaron en 1994”.
Al mismo tiempo, en diversos estados del territorio mexicano colectivos y organizaciones han iniciado una jornada de solidaridad con los pueblos zapatistas, con volanteos, foros, mítines, colocación de mantas y demás actividades que en estos momentos están coincidiendo con las actividades que exigen el fin del genocidio en Gaza, que el gobierno de México rompa relaciones con Israel y el regreso a sus países de los tripulantes de la flotilla humanitaria que fueron secuestrados y encarcelados por el ejército israelí.