EL DÍA DESPUÉS Y LA COMUNIDAD PROFUNDA — ojarasca Ojarasca
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EL DÍA DESPUÉS Y LA COMUNIDAD PROFUNDA

En horas de desestabilización política nacional, con referentes internacionales más que preocupantes en América Latina y Estados Unidos en particular, pero con brotes graves en todos los continentes, los discursos y los recursos de la ultraderecha se han puesto a andar de manera falaz (es el sello) y explosiva, sobre una realidad cotidiana de suyo explosiva.

Las ejecuciones de figuras políticas y líderes sociales suceden para indignación y temor de la población. Lo estamos viendo, otra vez, en Michoacán. El gobierno pugna por no ponerse a la defensiva, pero cada día le cuesta más trabajo. Las caricaturas locales de las atroces caricaturas internacionales no pierden el chance de mostrarse compungidos por los pobrecitos damnificados de las Huastecas, arrasados por las aguas torrenciales, peor aún que en 1999. Émulos trumpianos, mileístas, bolsonazis, noboatos y netanyanquis, o bukeleles de segunda mano, se aprestan a abogar por la mano dura, la violencia “legítima” contra las demás violencias. Sólo que acá no rifa la Cuarta Enmienda del país de sus sueños patronales.

Las comunidades y regiones indígenas, sus municipios y sus recursos, ciertamente recibirán el virulento embate de las derechas radicales, confesionales, fanáticas y no pocas veces delincuenciales. Todas codiciosas, inmorales, insolidarias y racistas. Las huellas recientes conducen al gobierno panista de Felipe Calderón Hinojosa, nuestro aspirante a ex presidente Uribe y que se refugia en Aznar. Estas continúan en los sexenios recientes. Los hechos de Michoacán lo demuestran.

Los zapatistas de Chiapas llevan tiempo desarrollando el concepto y la práctica del común. Encuentra referentes en otras partes, a lo largo de Oaxaca y Guerrero. De Yucatán a Sonora y Baja California, la sensibilidad comunitaria gana claridad y urgencia. Lo vimos hace pocas semanas en decenas de comunidades en las Huastecas de Veracruz, Hidalgo y Puebla. Lo que resiste está en los pueblos mismos.

Los gobiernos pasan. Los regímenes envejecen. Reyes, virreyes, caudillos, emperadores, dictadores y cualquier cantidad de presidentes. Lapsos de caos y de cierta estabilidad. Transiciones truncas y revoluciones interrumpidas. Pero sólo los pueblos originarios, hoy tan celebrados discursivamente, han permanecido y permanecen. Han de verse en el espejo de los hoy criminalizados y perseguidos movimientos indígenas en la región andina, donde los efectos del imperio yanqui metido en sus palacios de gobierno es una realidad escandalosa, y quieren adueñarse de Venezuela, agitar Colombia, arrinconar a México.

Los pueblos mexicanos, donde quiera que se encuentren (buen número de sus gentes anda de migrante jornaleando, o ya se estableció en alguna ciudad acá o en el Gabacho) saben que sin sus vínculos, sin su comunidad profunda, no resistirán los embates. Gaza es un experimento extremo, pero muestra que las derechas mundiales están dispuestas a todo, han destrozado el orden internacional y nos internamos en la ley de la jungla. Ojalá los pueblos conserven la mente despejada lo suficiente como para sobrevivir airosamente y mostrar el camino al país. Y al mundo.

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