NATALIA TOLEDO. POETA Y DISEÑADORA OAXAQUEÑA
La escritora y diseñadora zapoteca Natalia Toledo es conocida por su poesía, sus libros, traducidos en varios idiomas, por la creación de Ladidoo’, proyecto estético de huipiles y enaguas que vestimos varias mujeres indígenas, por los diseños de joyería de totopos, alacranes o pescados, por “El camino de la iguana”, la serie de talleres donde daba clases de zapoteco a comunidades migrantes en Los Ángeles, California, en 2014. O quizá por ser una cocinera que nos ha hecho degustar los sabores de su tierra juchiteca.
La conocí mientras organizaba un recital para su amiga Rocío, cuando ésta se encontraba internada en un hospital en la Ciudad de México. Natalia quería que sus amigas poetas llenaran de versos ese hospital, pues ella sabe que las palabras curan, y que la poesía con su cadencia en tiempos y figuras nos alimenta. Así, como las palabras de las curanderas que al ritmo de masajes y tonos nos curan en nuestros pueblos.
Hay muchas cosas que he aprendido de ella, pero algo que siempre le he admirado son sus grandes dotes de comerciante. ¡Es una gran comerciante! Oficio que heredó y aprendió de su mamá Olga y su abuela, así lo dice ella con mucho orgullo. Toda esta experiencia de crecer en el mundo del mercado indígena fue lo que moldeó su vida.
En mi opinión, su herencia de comerciante en gran medida es lo que le ha dado la autonomía para la creatividad que ha impulsado su producción intelectual y material. Ella sabe que, así como de sus letras, puede vivir de su trabajo como comerciante de comida y de huipiles. Eso le da la libertad para escribir.
La base de su creación es plural, la historia oral en zapoteco que escuchó en su círculo familiar ha sido central, es el pueblo donde nació, los colores y las formas de Juchitán lo que aparece en sus poemas y cuentos. Junto a ello, también aparecen los viajes que ha realizado por el mundo y las mujeres de los pueblos que crean, usan, comercian y compran huipiles. Su interés es doble, mientras quiere dialogar con su generación, también busca decirles a los jóvenes de su pueblo cómo eran las formas que tomaba el erotismo y la diversión en su infancia, es a ellos a quienes también escribe. Y, sin duda, su universo creativo también está influido por las ideas y la plástica que desarrolló su padre, el pintor Francisco Toledo, quien ilustró sus cuentos y libros.
Natalia me contó que por las tarde en su natal Juchitán, su abuela materna preparaba bocadillos, que luego la niña Natalia llevaba a vender en una charolita a la plaza. Me parece que cuando ella caminaba en medio de otras vendedoras y pasaba ofreciendo su venta, es cuando comienza el entrenamiento de su capacidad seductora de comerciar y vender sus productos con el habla. Todo esto lo retomará en su escritura en zapoteco.
Por ella me enteré de las caravanas de peregrinación que realizaban los zapotecos de Juchitán y varios otros pueblos los primeros días de enero para visitar al Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala. En una de tantas peregrinaciones que su madre viajó, a su regreso le llevó a la pequeña Natalia y su hermano dulces, regalos y textiles, así, desde niña, su curiosidad por las telas la unió a tierras mayas.
Esto es una pequeña muestra de cómo nuestros pueblos construyeron sus históricos intercambios con otros pueblos y por la vía de viajes y peregrinos, y del comercio y los textiles.
LA ESCRITORA DE EL BAÑO
Su más reciente libro infantil de edición bilingüe zapoteco-español El Baño (2025) nos adentra en un mundo sin letrinas y cómo de niños nos encontrábamos a hacer popó detrás de las casas, en las laderas y barrancos, así como en los juegos y conversaciones que manteníamos. Este poderoso relato desató y activó en mí recuerdos de niñez.
Pero más aún me hizo notar que el tratamiento de la caca es uno de los principios de cómo la humanidad ha planteado su vida y su civilización y en El Baño, Natalia ilustra el modo indígena, donde el excremento ha sido fundamental para la fertilización de la milpa, o como dice ella, que nuestro excremento fue la fuerza de las flores.
Algunas escritoras, como la punjabi Jhumpa Lahiri, en su novela La Hondonada, presenta a un personaje que va por un pueblo en Calcuta recogiendo excremento seco que luego vende para fertilizar las tierras y así arma también su economía familiar. Por su parte, Natalia nos relata la historia de dos niños que se conocen detrás de las paredes de las casas, y mientras hacen sus necesidades, conversan y hablan de sus ilusiones. En el cuento, nos encontramos con un tratamiento del cuerpo por fuera de la visión higienista occidental y en el que la intimidad no se juzga, ni es pudorosa, sólo existe.
Este libro podría ser una de las tantas maneras de contar nuestra vida, lo que fuimos y lo que seguimos siendo, como dice ella en su cuento: “En alguna parte de mi memoria todo sigue vivo; nada ni nadie ha muerto, sólo se detuvieron las fotografías”.
LADIDOO’ O DE CÓMO VESTIR EL CUERPO FEMENINO CON PLANTAS PREHISPÁNICAS
Para su proyecto de creación de huipiles y enaguas Natalia estudió el Tratado de árboles y hierbas de la América de 1730 de Fray Juan Caballero y el Códice de la Cruz Badiano o librito sobre las hierbas indígenas medicinales, que data de 1522, un texto que produjo el médico nahua Martín de la Cruz.
Como sucede con nuestros códices que, después de ser llevados por la fuerza a Europa y pasar por diversos lugares para luego retornar a México, son recibidos y estudiados entre debates propios de eruditos y especialistas en documentos coloniales.
Natalia encontró su manera de apropiarse del debate y con su cabeza de poeta revisó estos documentos donde los colonizadores reportaban nombres de plantas que se encontraban en nuestras tierras, examinó tanto los dibujos como las anotaciones del uso medicinal que daban nuestro abuelos y abuelas.
Mientras que Natalia revisaba esos códices, también cotejaba con la naturaleza existente de su entorno en Juchitán y Oaxaca. El resultado de sus estudios tomó forma de una colección de aproximadamente 70 huipiles donde se bordaron esas flores y frutos, y cada cual tenía anotaba y bordado su nombre en zapoteco.
Este proyecto une sus dos vetas creativas, la creación textil y la escritura, y en ambas el zapoteco es central. De esa manera, Natalia llevó los códices por fuera del círculo de especialistas y los presentó a un público más amplio en una exposición dedicada a la memoria de su madre Olga en el Centro Cultural San Pablo, en Oaxaca.
En ella, en Natalia, la poesía y el textil siempre están conectados, así lo revela uno de sus poemas:
Dorso del Cangrejo
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Palabras leídas durante la entrega a Natalia Toledo de la Medalla Bellas Artes 2025 en Literatura en Lenguas Indígenas