UN HOMBRE EN TIEMPOS DE LA REVOLUCIÓN DE INTERVENCIÓN / TLACATL ICUAC OPANO REVOLUCION INTERVENCION / 343
Es “una de las personas más conocidas de Milpa Alta”, reconoce Javier García Silva al presentar y traducir al español el siguiente relato, parte del libro colectivo Doña Luz Jiménez. Una historia extraordinaria, reseñado en este mismo número de Ojarasca (pp. 24 y 25). Luz Jiménez (1898-1965) modeló para los artistas más importantes del muralismo y la escuela mexicana del siglo XX, y con ello estableció desde 1919 un audaz paradigma de libertad para mostrar el cuerpo y representar la dignidad indígena. Bordadora y artista ella misma, fue también precursora de la escritura moderna en náhuatl. “Un hombre en tiempos de la Revolución de Intervención”, ambientado en tiempos de la intervención francesa, bajo una ola de cólera y fiebre amarilla, es un relato sobre la vida después de la muerte.
García Silva documenta que la narración fue contada en dos ocasiones distintas y distantes en el tiempo, a Anita Brenner y Fernando Horcasitas. Ambos publicaron éste y otros relatos bajo sus nombres. En 1979, Horcasitas reeditó su libro, destacando al fin la autoría de Luz. La presente versión, hasta ahora inédita, fue escrita a mano por ella en náhuatl. García Silva realizó la paleografía, y luego la adaptó al náhuatl estandarizado de la actualidad.
Ye huecauhtica, upaco in mitohua mach omic ce tlacatl; ihcuac opanoc in Revolucion Francesa, imman otlanotzaloya mach huei oyec onenecuecuepozaloyo. One mimictilohuaya, mach otlayaya, coza inin otecocoltiaya.
Ye immanon omocacau cocoliztli oquitocayotic tipatihquez, mach coleracoztic. Coza itla mimictiaya ipan Mehxico caltin, ican ahmo huelcua cocoli. Otemacac momatlanicohualoya, nica tetlapaloloz, one mamahualoya otlamiquiya.
Tlacayo ihuan momoztla otetocaya. Achi tlacayo omic ohualaya zan cuanpresto micomiloya netoco. Unca cuan acmo memauloya icaun axcan netoco ipan cempualli tepoztlamacholiloni. Inin tlacatl oquitocaque tlanonzatli.
Ce tlacatontli yopano cana cempualli ihuan caxtolli ihua ce xihuitl omic. Ihuan ahmo omonequite temahuaz oquitocaque can itlacoyoc.
Opano cana ome xihuicuitl (xihuicaitl), imanon otlapotaya tepozpozpuerta ica xihuitenanco oncuan one otilohuaya tla tianquizoquez. Ihcuac opano hualoya omocaquia quetlalan, ohualtlahtohuaya, ihquin oquitohaya: !zan huelyolic ximopanolti, coza timochayahuilia tlalli nopan.
Opano cana ce xihuitl omomaihuitoloya. Oquimolhuiliqueh topixque:
Tlen omopaquilia, topixque oquimotitlani?
Teopanpixque tla xipanotica
n mitohua micaqui.
Tlahtolli tlalan melahuac, quitohua zan huel matcatzin:
Ximopanolti chayahui tlalli nopan, notlacoyol. Tinopampa ximotlatlauhtili mah xinechtlatquixtican. Ahmo nicnequi nian niez yonicxico quezqui xihuitl. Xicmotlatlauhtili mah nechmomaquixtili.
Topixque otelhuili intlauc altepeme. Ixpan altepeme ihuan topixque otlahtaco: ihuan ihcuac ce ompa oyeya. Tlacatl otlahtoco za huelmate ocasion nican.
Ye nican xinechmoquixtilican. Ihquin omochiuh, oquiquixtique. Micque ihuan oquitlahtol Angel, .tlahun ticcuaya? tlen otiquila? Otamiquiya ihtic tecochitl itiyec?
Tlen oticcuaya? nian niuh nitlanonotzatz: inon ahmo neneltoco ipampa miccailhuitl. Neh onixico nian imman opapanti, momanan ilhuit topilia oncuan tixihui, quixtizqueh tamalli, xochicualli inon metequetza y canela. Motliquechia, ye omtictocualtia nozo tomasehuia. Ica onnon tlatlahuilia mah neneltoco que ahuilohuatz. Zan otlanotz.
Ihua omic ayomo occe tonalli omozcalli.
Hace mucho tiempo, se comentaba que murió un hombre cuando se dio la Revolución Francesa, entonces se platicaba que era muy fuerte el tronido de las armas. Se mataba gente, apestaba a muertos, por eso se enfermaban las personas. Por ese tiempo llegó la epidemia nombrada por los médicos cólera amarilla. Causó mucha mortandad en los hogares de México. Con ella no se duraba mucho tiempo enfermo. La gente la absorbía por la boca, sólo con saludarse se contagiaban y morían. Todos los días se sepultaba gente. Muchas personas que fenecieron venían por acá y pronto les llegaba la muerte, de inmediato las sepultaban en el panteón. Y cuando morían y no eran sepultados de inmediato, los iban a buscar una veintena de hombres armados con fierros.
Un hombrecillo pasó cerca de una sepultura. Ya tenía 36 años de enterrado el muerto. Para entonces, las personas ya no se podían contagiar por los sepultados en las tumbas. Por ese tiempo estaba abierta la puerta de fierro, allá por Xihuitenanco, por ahí cruzaban los comerciantes. Cuando venían pasando, se escuchaba del foso de la tumba una voz que decía:
–¡Muy despacio pase usted, que riega la tierra sobre mí!
Hacía un año que sucedían esos susurros. Por lo que el sacerdote dijo:
–¿Qué es lo que quiere? –Pregúntele —expresó el padre (al sacristán).
El muerto le dice al sacristán en palabra muy clara:
–¡Pase por favor!
En verdad que hablan desde dentro de la tierra, se escucha muy quedito.
–¡Pase usted!, ya cae la tierra sobre mí, en mi tumba. Hable por mí, suplique usted para que me saquen, por favor. Ya no quiero estar aquí, ya aguanté muchos años. Suplique usted, para que me saquen de aquí, por favor.
El sacerdote les comentó lo sucedido a la gente del pueblo. En presencia de la comunidad y del sacerdote, (el muerto) vino a decir de cuando él estuvo allá (en el Mictlan). El hombre (muerto) vino a decir de lo que sentía estando muerto.
–¡Ya sáquenme de aquí!
Y así lo hicieron, lo sacaron. Y el señor Ángel le preguntó al muerto qué comía, qué bebía, qué tomaban, en lo profundo de la tumba.
–¿Qué comíamos?, ahora lo voy platicar a esos que no se creen de la fiesta de muertos. Me aguanté por donde pasé. Nos juntamos cada año para la fiesta (de muertos), en ella se pone la (ofrenda) con fruta, y canela. Sacan tamales, se ofrece lo que comíamos (en vida) y lo que merecemos. Se enciende (la cera), con ellas se alumbraba por donde se camina, por donde se va a ir.
Sólo lo platicó y el muerto nunca más revivió.