WENSESLAO, EL GUERRILLERO MIXTECO OLVIDADO
El joven ñuu savi de nombre Wenseslao José desapareció a los 25 años de edad. En el último lustro puso, literal, cuerpo y alma para cambiar el mundo, no el suyo, sino el de los oprimidos de México. El Ché, Zapata, Sandino, no llegaron a cumplir los 40 años de edad, pero a ellos se les conoció en vida, muerte y post muerte. De Wenseslao no se supo casi nada, ni en vida ni el limbo de la desaparición, hasta que el historiador Francisco López Bárcenas, mixteco también, lo trajo a la vida no sólo histórica y literaria, sino a la vida en la que muchas otras vidas se reconocen y, junto a él, renacen.
Hermenegildo, Renato, Isidro, Samuel, Chilo, Saúl y Sam son las vidas que vivió Wenseslao. Cuando se lucha en la clandestinidad porque ahí se juega la vida, los nombres adquieren otro sentido. No son apelativos ni seudónimos. Son, en los momentos en que transcurren, los nombres reales que sustituyen la vida a la que voluntariamente se ha renunciado para enrolarse en una lucha que está muy lejos de ser una aventura.
A la clandestinidad fueron orillados a luchar miles de jóvenes que no encontraron otro camino en la vida pública del México de los sesentas y setentas. Más tarde nos enteraríamos que otros miles se organizaron en los ochentas y se dieron a conocer en los noventas. La mayoría de ellos, como Wenseslao, de origen indígena. Y no es casualidad, pues es la sangre indígena la que mayoritariamente se ha derramado en las grandes transformaciones de este país. Pero el silencio o el olvido ha recaído sobre ellos. Y, aún más, sobre ellas.
Este libro evidentemente no es sólo la historia de Wenseslao, sino, desde el inicio, López Bárcenas recorre la sencilla vida comunitaria de las comunidades de la Mixteca alta, sus montañas, sus arroyos y, también, su pobreza y sus históricas batallas. Ya antes Francisco se ha ocupado de las gestas de los mixtecos magonistas o de su participación en las luchas de independencia y de la Revolución Mexicana. En esta ocasión se trata de una historia más reciente que se ha querido dejar en el pasado: la de los movimientos revolucionarios de los sesentas y setentas del siglo pasado y la posterior Guerra Sucia que se desató contra sus integrantes. Primero se ocultó por miedo a las repercusiones, luego por una especie de nube negra que las cubrió y luego… luego por un olvido que el autor de esta obra trata de explicarse y explicarnos.
Personas como Wenseslao nacen en contextos temporales y geográficos que empujan su desarrollo, es cierto. Pero sin duda hay particularidades en quienes deciden el camino de las armas para cambiar el mundo. Hay quienes, como Wenseslao, recorren primero los caminos de la concientización y organización, estudian, se forman, caminan de pueblo en pueblo, de casa en casa, esparciendo el mensaje de que la vida no es la que nos imponen, ni la pobreza mandato divino.
“Éramos tan pobres en la familia que teníamos que escarbar en la tierra para sacar de ella camotes de yuca, los cuales mi mamá hervía y con ellos hacía tortillas para alimentarnos”, contó a uno de sus compañeros de batalla. La no normalidad de esta situación, la búsqueda de explicaciones históricas y de posibles salidas revolucionarias, ocupan parte de su vida de estudiante. Y a cambiar esas circunstancias a través de su participación en diversas organizaciones decidió dedicarle la vida.
Wenseslao nació en 1951 y desapareció en 1975. Aplicado en sus estudios, es decir, con la disciplina suficiente y el amor por el aprendizaje, llegó a la Normal para convertirse en maestro rural, sí, como Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en la misma época, sólo que ellos en el vecino estado de Guerrero. “No se sabe si esa era su vocación, de lo que no hay duda es que era la única opción de los pobres para acceder a una educación. Y él quería prepararse”, afirma López Bárcenas.
La lectura a temprana edad y el interés en la política llegaron juntos. Imaginemos a un jovencito de 16 años que luego de tomar clases forma círculos de estudio con familiares y amigos, a quienes les llevaba lecturas de izquierda revolucionaria.
El autor recrea el pasaje oscuro del cierre, en 1969, de catorce normales rurales de todas las que existían en el país, ordenado por Díaz Ordaz luego de la masacre del 2 de octubre de 1968. Los estudiantes organizan una huelga nacional y ese evento resulta catalizador para jóvenes como Wenseslao, que forma parte del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos que la dirigieron. Ahí contacta, o lo contactan, integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que, explica López Bárcenas, “estaban impulsando una organización para llevar a cabo un cambio en el país por la vía que fuera necesaria”.
El cierre de las normales no puede evitarse y a Wenseslao lo envían a la Normal de Mactumaczá, en Chiapas, pero no puede inscribirse y regresa a Oaxaca. La negación, escribe Francisco, “no lo afecta pues ya había decido cambiar su futuro de maestro por el de revolucionario”.
El ahora joven guerrillero camina a pasos agigantados. Aquí los trazos que marca el autor de su biografía: miembro del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR); impulsor de La Partidaria; miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), de la cual llegó a ser uno de sus máximos dirigentes; responsable del Comité Regional de esa organización en Sinaloa cuando se organizó el “Asalto al cielo”; comandante militar del Comando “Genaro Vásquez” en Guerrero y después de la Brigada Revolucionaria “Emiliano Zapata”, en Oaxaca. Todo esto en poco menos de cinco años.
Serio, calladito, observador, de bajo perfil, que “hablaba cuando tenía que hablar”, es como lo dibuja quien lo conoció. Es el perfil que da la vida comunitaria, la que no está pensada en protagonismos ni liderazgos, sino en el bien común y en la escucha atenta. Ventajas de nacer ahí. Lo notable es que con esas características Wenseslao ocupó puestos de relieve en toda organización en la que participó, tanto en las de origen campesino como en las urbanas.
Teniendo en todo momento el centro de esta historia en la vida y caminos de Wenseslao, López Bárcenas recorre parte de la conformación de algunos de los movimientos armados en México, sus complicaciones y escisiones, producto de las diferentes maneras de ver los procesos revolucionarios. Y también la salvaje represión que se organiza desde el Estado en contra de ellos. Los ires y venires de los Wenseslaos de la época, sus intentos de unidad, los entretelones de la vida militante, su cabalgar siempre con la sombra de la muerte encima, son contados con rigor y sabor por Francisco, en una crónica-reportaje con licencias explícitas.
Del complejo entramado de malogrados intentos de unidad, resalto uno que sin duda ha sido punto de quiebre en diversas organizaciones. Dice Francisco: “La actividad de la Brigada ‘Genaro Vásquez’ fue de fracaso en fracaso. En ello influyó el hecho de que los campesinos, si bien estaban descontentos con el régimen, luchaban por resolver sus problemas inmediatos, no por hacer una revolución socialista, que la LC23S impulsaba. Querer forzar a los campesinos a cambiar sus objetivos en la lucha trajo como consecuencia que no apoyaran las pretensiones de los guerrilleros…”.
En 1974 un desafortunado percance de tránsito que termina a tiros marca la historia de Wenseslao. La trama de este pasaje no deja lugar al respiro. Aquí cada segundo cuenta y una se pregunta de qué están hechas las personas que, defendiendo sus ideales y no sólo su vida, se enfrentan a la policía con el valor que da el horizonte de una descomunal causa. Wenseslao, como el Ché en Vado del Yeso, Bolivia, disparó hasta el final y, como él, fue capturado con vida. Como tantos otros revolucionarios de la época, va a dar a los sótanos del Campo Militar número 1, donde “se le torturó brutalmente para obligarlo a informar sobre lo que sabía”. En ese noviembre de 1974, la Secretaría de la Defensa Nacional lo presenta en la prisión de Lecumberri, y nueve meses después, “personas que dijeron ser policías” lo sacaron del penal y lo condujeron con rumbo desconocido. Nunca más se le volvió a ver. El entramado de su desaparición se cuenta, como todo en este libro, con detalles escalofriantes.
Revolucionarios como Wenseslao Hermenegildo, Renato, Isidro, Samuel, Chilo, Saúl, Sam, no son de los que abanderan una causa para ocupar un lugar en la historia. Hay quienes, por ejemplo, se dicen protagonistas de una transformación sin dejar que la historia los coloque en ese lugar. Francisco López Bárcenas no sólo rescata la historia de un dirigente guerrillero ñuu savi, sino, con él, la de miles de revolucionarios cuyas vidas permanecen aún en el silencio, no por oscuras, sino porque no hay muchos Franciscos para desempolvar la memoria.